¿Por qué nos empeñamos en pensar que cuánto más molestemos al cliente y lo interrumpamos, más fácil será captar su atención y lograr una atenta escucha? Nada más alejado de la realidad. Al ser humano le desagrada la interrupción, y por ende uno de los tipos de publicidad más odiados deberían ser los molestos pop-ups. Sin embargo ahí están, perviven como muestra viva de la agresividad comercial de miles de marcas y las estadísticas dicen que tienen un 49% más de notoriedad frente a cualquier otro tipo de publicidad digital. Y, señores, para qué engañarnos, es muy complicado contradecir y luchar con los números.
En cualquier caso y si hablamos de números, habría que cuantificar el índice de hastío producido por piezas publicitarias de este tipo. Es lógico pensar, que un consumidor irritado es todo lo contrario a un consumidor susceptible de convertirse en nuestro cliente. Sin embargo, el recuerdo (en gran parte por la experiencia negativa) es mayor y esto hace que nos planteemos si una publicidad molesta es por tanto más eficaz. Al respecto The Marketoonist tiene algo que decir y aquí va una de sus (siempre) fantásticas ilustraciones. Disfrutadla y haced memoria de esas marcas, que aún recordáis bien, aunque haya sido por su insoportable insistencia.