Me pasa con Walser como con otros, véase Javier Marías o Knut Hamsum: me abruman sus admiradores pero yo no acabo de encontrarme con sus libros. Ya contaba al comentar hace años La Rosa que no quiere uno contrariar a Herman Hesse ni menos a alguien rarito cuya literatura sí me llega, como Fleur Jaeggy, asi que tal vez me falta una pieza dentro que haga más comprensible la escritura del suizo. Debe ser algo propio de la literatura alemana: era en mi juventud adepto más que fan de Herman Hesse y en un reciente intento no dí acabada la relectura de El lobo estepario.
Probablemente la fuerza de Robert Walser sea la de su personaje como ser vivo: de escasas habilidades sociales, alcohólico y viviendo parte de su vida en un psiquiátrico, para acabar de modo literariamente sublime, muerto sobre la nieve de Herisau. La belleza y complejidad de sus fascinantes microgramas sólo acrecientan su leyenda de escritor maldito.
Rafael Narbona , en una espléndida reseña del libro en El Español cita a un crítico que señala que Los hermanos Tanner no es más que "una colección de notas". Aplicado a sus cuentos, no puedo estar más de acuerdo.
A veces, eso sí, las notas se coordinan para ofrecer piezas brillantes, como un allegro en medio de una sinfonía un tanto anodina. Pequeños brillantes como Kleist en Thun o Paganini variación literatura bella y densa que -ese debe ser a la postre el problema- no está hecha para leer en la cama antes de dormir.
Pero es lo que hay.