Hitchcock: las obsesiones y debilidades de un mito

Publicado el 11 febrero 2013 por Asilgab @asilgab
Cómica, divertida, irónica, sátira y entrañable son algunos de los calificativos que se pueden argumentar a favor de este corto biopic (por el espacio de tiempo que ocupa en la vida del famoso director del suspense) que se basa en la relación que Hitchcock mantuvo con su mujer Alma Reville durante la concepción y rodaje de Psicosis y no sobre toda la vida del mismo. Desde el principio nos damos cuenta que estamos ante una versión amable y entretenida del personaje, centrada en su universo más personal, y dentro de éste, en la figura de su mujer. La experiencia nos dice que muchas veces detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer, y en este caso, una vez más, se cumple la regla, porque ese sea quizá el gran descubrimiento de la película, la figura extraordinariamente grande y poderosa de Alma Reville, magníficamente interpretada por una no menos grande Helen Mirren (lo mejor del film junto a Anthony Hopkins). Lo que para muchos es una decepción es sin duda el punto fuerte de la película, porque esa cercanía del personaje, no hace sino mostrarnos ese lado más humano de Hitchcock, que a pesar de ser suficientemente conocido, no deja de ser fiel y sincero con las obsesiones y debilidades del mito. La película destila enseguida una identificación plena entre espectador y protagonista, pues no deja de ser anecdótico, las veces que el público se ríe durante la proyección, un claro signo de sintonía con esa cara sarcástica de aquello que se nos cuenta. Esa cercanía, también es la culpable de, aparte de disfrutar de la película, que la misma se nos pase de una forma rápida y agradable. De lo que sin duda tienen mucha culpa sus protagonistas, Anthony Hopkins (Alfred Hitchcock) y Hellen Mirren (Alma Reville), sin menospreciar los papeles secundarios de Scarlett Johansson como Janet Leigh, Jessica Biel como Vera Miles o Toni Collette como Peggy.
Dentro de este retrato amable y cercano de Hitchcock, también hay espacio para ese mundo interior del director (sádico, sátiro y celoso). El lado más sádico e impenetrable se produce en la magnífica dualidad que se representa a través del personaje de Whitfield Cook, un alter ego de sus obsesiones más profundamente inconfesables y fuente de inspiración de su lado más perverso. En cuanto a lo sátiro, y quizá lo más obvio, somos cómplices de sus deslices fantasiosos acerca de las mujeres rubias a través de su actrices, fotos e indiscretos agujeros en la paredes que nos muestran a ese Hitchcock juguetón y finalmente inofensivo, que si es más punzante en su faceta de marido celoso.
Sin embargo, lo más importante de toda la película, y del retrato del director, es su faceta de gran observador. Su mente es como un ojo que todo lo ve, y no sólo lo exterior sino también la parte más profunda y oscura del ser humano, de ahí su éxito. Esta característica, sin duda sublime de Hitchcock, está muy bien retrata tanto en las escenas donde le vemos observar y espiar, como en la mirada que nos brinda un Hopkins inmenso en las gesticulaciones y en la forma de interpretar al mito. Una muestra de inteligencia actoral que tiene un más que fructífero estímulo en una no menos inteligente Helen Mirren, que sabe dominar y comerse al mito, para proporcionarnos de este modo, una visión mucho más amplia del maniático y obsesivo Hitchcock, que a la vez que genial, fue un magnífico representante de las pasiones y debilidades del ser humano.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.