Existe un gran problema al construir un relato sobre un personaje con unas características ya prefijadas hace más de diez años. Eidos Interactive, desarrolladora de videojuegos asentada en Londres y absorbida hace seis años por Square Enix (Final Fantasy), ya definió los preceptos sobre los que caminaría y crecería el famoso Agente 47. Frío, melancólico, minucioso, desalmado, metódico. Son palabras que definen a un asesino que tiene en esta cinta su segunda adaptación directa en cines. Tras su paso por las manos del francés Xavier Gens (Frontieres, The Divide) en 2007, Aleksander Bach nos acerca a la idea original pero se deja por el camino una gran parte de la esencia del personaje.
Y no será por las actuaciones, que aunque no pasan de convincentes, no son las responsables de que salgas de la proyección un tanto desencantado. Tanto Rupert Friend interpretando a 47, Zachary Quinto siendo el antagonista, y Hannah Ware como la chica de la cinta cumplen sus destinos sin problemas. Pero no dejan de ser casi marionetas sin demasiado sentido, yendo de un sitio para otro cumpliendo los pequeños objetivos de cada secuencia. Y ya por definir y aclararlo todo, está la secuencia de la piscina en la que el personaje de Katia es “arrojado” (en realidad se da un baño por sí misma) a la piscina en bikini para mostrar una belleza que no puede obviarse en una cinta de este tipo. No es la forma, sino el fondo. Esta escena define el halo absolutamente frío que rodea casi toda la película.
A medida que avanza vamos perdiendo el interés y nos entra la sensación de que vemos todas las características inherentes a este tipo de cine: ciudades exóticas, coches de alta gama y las misiones más complicadas que alguien pueda imaginarse, pero en baja estofa. Lejos de pensar que cada cinta de Misión Imposible, Bond o similares responden a esta descripción, vemos que el problema reside en una construcción de personajes banal, que se aleja del público hasta entrar en una ligera indiferencia.
Poco a poco vamos abandonando a los personajes y nos centramos en ver cada escena casi por separado en busca de la espectacularidad. Y la hay, no lo negaré. Pero aquí es cuando entramos en otro de sus problemas, quizás por la costumbre de la calidad de las imágenes generadas por ordenador que hay en la actualidad. Lo vemos. Podemos definir claramente el 3D en algunas ocasiones, y aunque no quita mérito al trabajo que realizan los especialistas durante la acción real, aumenta esa sensación de estar en una película de nivel inferior que no ha sabido asumir lo que puede o no puede ser.
Más allá de la propia película, escrita por el mismo guionista que estuvo en aquella de 2007, están los gustos. Preferiría que siguieran con la idea religiosa del asesino en vez de acercarse al superhombre genético. Por ello lo cito pero no lo juzgo. Lo que si entro a debatir es si lo que en la anterior versión era un giro de guión que sacaba de cierta forma los hábitos de 47 para justificarlos, aquí se prima la espectacularidad anegando a un personaje con un interés previo y con unas características interesantes.
En una frase: el personaje 47 se ve frustrado por una espectacularidad de baja estofa.
Victor J. Alvarado