Después del siglo largo (1789-1914) vino el siglo corto (1914-1989). Una noche los berlineses comenzaron a pasar libremente por el muro que dividía su ciudad y unas semanas más tarde en las calles de la ciudad se vendían trocitos de Historia con rastros de grafitis. Al siglo XX le habían sobrado 15 años. No teníamos Internet, ni móviles, pero en la clase prefabricada de mi instituto, José Luis, mi profesor de Historia, ya nos contaba que el siglo XX había terminado. Yo entonces no lo sabía, pero fue Eric Hobsbawm uno de los primeros historiadores en afirmar que el siglo corto había acabado.
No era el fin de la Historia como propugnaban los defensores del capitalismo sin frenos, pero personalmente Hobsbawm sí podía sentir que era el final de una etapa personal. La caída del Muro de Berlín significó el fin de las dictaduras comunistas en la Europa del Este y el casi inmediato derrumbe de la U.R.S.S. Desaparecía el mundo bipolar que creó la Segunda Guerra Mundial. Para los comunistas como Hobsbawm era el fin de la sociedad por la que habían luchado en su juventud. Cuesta creer que no vieran que la dictadura de Stalin era el mundo terrible que Orwell había descrito tan bien en ‘Rebelión en la granja‘. Pero para Hobsbawm - británico, judío, idealista – el terror había tenido otro rostro.
“Para los historiadores de mi edad y formación el pasado es indestructible, no sólo porque pertenecemos a la generación en que las calles y los lugares políticos tomaban el nombre de personas y acontecimientos de carácter público (…) sino también porque los acontecimientos públicos forman parte del entramado de nuestras vidas (…). Para mi, el 30 de enero de 1933 no es una fecha arbitraria en la que Hitler accedió al cargo de canciller de Alemania, sino una tarde de invierno en Berlín en que un joven de quince años, acompañado de su hermana pequeña, recorría el camino que le conducía desde su escuela, en Wilmersdorf, hacia su casa, en Halensee, y que en un punto cualquiera del trayecto leyó el titular de la noticia. Todavía lo veo como en un sueño“.
La cita pertenece a su ‘Historia del siglo XX ‘, la última entrega de su tetralogía clave, su relato de los siglos largo y corto. Vale la pena leerla sus páginas para comprender cómo hemos llegado hasta aquí, hasta esta Europa frágil y asustada en la que los padres creen que sus hijos vivirán mucho peor que ellos. “La Gran Depresión– escribe Hobsbawm – confirmó tanto a los intelectuales, como a los activistas y a los ciudadanos comunes que algo funcionaba muy mal en el mundo en que vivían. ¿Quién sabía lo que podía hacerse al respecto? Muy pocos de los que ocupaban el poder en sus países y en ningún caso los que intentaban marcar el rumbo mediante instrumentos tradicionales de navegación…” Hobsbawm habla de otra Europa temerosa, la de la década de los 30 del siglo corto, pero el párrafo podría publicarse mañana, en el periódico en el que aparecerá la necrológica de este gran historiador, para hablar del presente de un siglo cuya duración aún ignoramos.