Un hogar calentito. Construido desde el mar y desde la montaña. Un hogar en el que hacer frente, lo dijo el maestro, a la perpetua sorpresa de existir: "Vivimos aquí, ahora -es decir,
que nos encontramos en un lugar del mundo y nos parece que hemos venido a este
lugar libérrimamente-. La vida, en efecto, deja un margen de posibilidades
dentro del mundo, pero no somos libres para estar o no en este mundo que es el
de ahora. Cabe renunciar a la vida, pero si se vive no cabe elegir el mundo en
que se vive. Esto da a nuestra existencia un gesto terriblemente dramático.
Vivir no es entrar por gusto en un sitio previamente elegido a sabor, como se
elige el teatro después de cenar – sino que es encontrarse de pronto, y sin
saber cómo, caído, sumergido, proyectado en un mundo incanjeable, en este de
ahora. Nuestra vida empieza por ser la perpetua sorpresa de existir, sin
nuestra anuencia previa, náufragos, en un orbe impremeditado."