El último grito en el Bosque puede ser de horror, pero también de paz y agradecimiento. Me imagino a los prisioneros liberados de la caverna danzando y alabando a la Belleza. Y a la diosa de Parménides agradecida de poder compartir con los hombres los tesoros del Ser. O al poeta a orillas del río cantando desde ultratumba a las jóvenes de la nieve blanca. Y me imagino el esfuerzo de emboscados por hacer del Bosque un lugar natural, y a errabundos en la ciudad de Benjamin haciendo hogueras sobre bañeras a la intemperie.
Poco importa saber orientarse en la ciudad. Pero perderse en la ciudad como quien se pierde en el bosque requiere aprendizaje. Los rótulos callejeros han de sonar como el crujir de las remas secas al errabundo, y las callejas del centro urbano han de señalar las horas con igual exactitud que las hondonadas del bosque. (Walter Benjamin)