Me crié con las películas Ed Wood y Roger Corman. Esas películas de bajo coste intentaban encontrar un hueco en el panorama comercial haciendo algo diferente para competir. Extraterrestres, vampiros, relatos de Poe, Lovecraft, Arthur Machen, relatos de aventuras olvidados. Baratas, baratas. Y técnicamente algo desastrosas. Pero había un público deseoso de imaginación para ello; arriesgaron los efectos por la trama y el guión, por la teatralización escénica minimalista, y tuvo su fruto. Después llegó TROMA. Me vi inquietándome en la silla con Sam Reimi y su "Ejercitos de Tinieblas" o la maravillosa "Posesión Infernal". Cada cual tiene sus gustos. Ya no hablamos del "cine serie B", que también mastiqué desde pequeño, sino del "cine serie Z". Después llegó Tarantino y les dio una vuelta de tuerca, pero con presupuesto, aunque más de inteligencia. Sam Peckinpah introduce la estética de la violencia en el cine, y Tarantino, la mezcla con la serie B y Z. Pero antes, el cine japonés tipo manga occidentalizado (después vendría el puro manga japonés) de mafia y violencia. Después el tranquilo, pero modernizado, cine japonés de Takeshi Kitano de gran belleza sensual. Y Ed Wood representa ese ansia de la creatividad desmedida sobre los obstáculos técnicos. Si se preguntan qué tiene que ver con la felicidad, les diré lo que él siempre dijo: La felicidad está en mis películas.