Publicado en DesdeElExilio.com
Tuve conocimiento del vídeo viral #HolaPutero, de las chicas de Towanda Rebels, el otro día, después de comer en casa de mis padres. Encendieron la tele, como es nuestra costumbre, para ver a Jordi Hurtado, y mientras éste llegaba, la cosa se quedó parada en el Telediario de TVE1, haciendo tiempo. Entre “noticia” y “noticia”, entre arcadas mejor dicho, aparecieron las animosas chicas, para llamar a las cosas por su nombre. Y sí, en algo tienen razón, el que se va de putas es un putero. Eso es innegable. Sin embargo, más allá de la perogrullada, la cosa no aguanta ni el primer párrafo. Si a las towandas les importa una higa si las prostitutas tienen derecho a ejercer libremente, a hacer de su cuerpo lo que quieran, las towandas, como buenas voceras del feminismo pijiprogre y moralmente superior, se cargan de un plumazo la lucha feminista de los siglos pasados y todos sus grandes logros. Las mujeres – y los gigolos, supongo – han dejado de ser libres y dueñas de sus cuerpos para ser de nuevo esclavas de lo que la sociedad diga. Las protagonistas del vídeo quieren que las mujeres estén sometidas al designio de la mayoría, no a sus propios deseos y anhelos. Más de dos siglos de regresión en 10 o 15 segundos de video. Nada menos.
Son muy libres de expresar su opinión. Como lo han hecho prostitutas como Natalia Ferrari o actrices porno como Amarna Miller, trabajadoras del sexo por vocación, en las redes sociales, afeándoles a nuestras famosas rebeldes el hecho de que se pasen por el Arco del Triunfo su Libertad Individual.
Es práctica común en este tipo de modernos profetas de lo correcto el exabrupto efectista que no soporta un somero análisis, la contradicción y retorcer los argumentos hasta reducirlos al absurdo. Todo sería un mero divertimento dialéctico si no tuviera a veces fatales consecuencias.
Son feministas radicales y por lo tanto las mujeres no pueden ser trabajadoras del sexo porque eso significa ser violada a diario. Pero también son furibundas defensoras de los derechos LGTBI, por lo que si alguien hace de menos o rechaza a algún homosexual merece castigo y escarnio público. Hasta el punto de que, si una trabajadora elige no ser violada a diario, según ellas creen en su foro interno que es el porno, está muy bien, a no ser que elija no ser violada por un homosexual. Entonces debería dejarse follar. ¿Y si no? A la hoguera de Twitter, hasta que la chica no puede más y se da boleto. Una vez más conculcar los derechos y libertades individuales de las personas tiene fatales consecuencias. Es lo que tiene juzgar por raza, procedencia, creencia, trabajo u orientación sexual. Es lo que tienen las manadas, que anulan al individuo. Es lo que tienen las ideologías maniqueas, que cuando se cambia el patrón de buenos y malos – hombres vs mujeres, heteros vs gays – resulta que aparece el conflicto, con fatales consecuencias esta semana pasada.
Para más inri, la imposición de los radicalismos debe ser sancionada por la autoridad. Se debe prohibir lo que no les gusta. Todo debe estar tasado y regulado por el Estado-Dios. Y no. Yo no me opongo al matrimonio gay, que acaba de aprobarse en Australia. Me opongo a que el Estado case. Simple y llanamente. Si la condición de raza o religión deben ser inocuas desde el punto de vista legal, la condición de soltero o casado debería serlo de la misma forma. Hace ya muchos años que se cedió en ese punto y a todos nos parece normal esa aberración por la que el Estado celebra matrimonios. De hecho, hasta no hace mucho solo celebraba matrimonios a imagen y semejanza de los cristianos. Nunca celebró matrimonios polígamos, por ejemplo, comunes en otras religiones. Si celebra que celebre todos los tipos. Los matrimonios, o los ritos de paso, como la Comunión o la Confirmación cristianas, deben celebrarse dentro de la sociedad civil – o en el marco religioso que corresponda – y no permitirse la acción invasora de los que hay convertido al Estado en su nuevo dios.
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