Todo su mundo entraba en el carrito de supermercado con el que recorría la ciudad desde hacía más de veinte años, y todavía le sobraba espacio para albergar la esperanza de que (algún día, sí, tal vez algún día) las cosas pudieran mejorar. Así andaba por las calles de Varsovia, un poco escorado hacia la derecha, protegido del invierno apenas por un suéter raído. Cierta noche, al dar vuelta en una esquina, se topó con un montoncito de trapos oscuros que yacían sobre el piso, demoró unos segundos en darse cuenta de que se trataba de una mujer transida de frío. Sin dudarlo un instante, se quitó el suéter y la cubrió. Ella lo miró sorprendida, luego sonrió y le tocó la mano para dejar allí lo mejor que podía regalarle. Él le agradeció con un movimiento de cabeza y siguió andando por la ciudad, ya sin el suéter, pero con su cuerpo extrañamente más cálido.
Inspirado en otra ilustración de Entintades: www.entintades.blogspot.com