Hombre muerto no sabe vivir, cualquier tiempo pasado fue mejor

Hay que ser muy valiente para atreverse a contar una historia tan dura como esta, tanto en el contenido como en la forma. A Ezekiel Montes no le ha temblado el pulso para disparar esta bala que puede herir ciertos tipos de sensibilidades y pieles muy finas. Hombre muerto no sabe vivir es una película de crimen y castigo a la antigua usanza que copia claves y lenguaje del cine noir clásico pero adaptándolos a los nuevos tiempos españoles.

La noche se come la mayoría de las escenas con personajes sin alma o corazón que cometen sus fechorías al amparo de las sombras y la oscuridad. Lugares abandonados o poco transitados a esas horas del día como obras, descampados, poblados chabolistas, naves privadas o playas interrumpen los silencios con tiroteos y violentas luchas sin testigos.

El tiempo corre de aquí para allá con flashbacks que completan vidas lujosas pasadas y un presente menos agradable y más crítico. El antihéroe recuerda las bonanzas y se lamenta de unas crisis que amenazan con llevárselo todo por delante como un vendaval sin freno. La memoria que algunos están perdiendo otros la recuperan como antídoto para lo que está por acontecer. Es una voz en off que no se detiene, un personaje o un narrador confidente de sus propios pensamientos y ante solo de planes secretos.

Tano capitanea uno de los bandos en esta civil war que tiene lugar en la Costa del Sol. La otra la dirige desde las sombras un enemigo con fuerza, influencias y amigos dispuestos a todos con tal de ganar las batallas en juego. De nuevo volvemos al clásico juego de la lucha entre bandas en busca del máximo poder. Todos intentan escalar puestos en las organizaciones criminales con asesinos de guante blanco o peligrosos sicarios de nacionalidades y etnias muy distintas. La fuerza de la amistad o de la sangre entre amigos, compañeros o jefes y subordinados pende de un hilo cuando las traiciones emergen o los chivatazos te dejan con el culo al aire. Poderoso caballero es don Dinero, un incentivo en negocios antiguos que nunca fue un problema y si una bendición, controló a los políticos corruptos y compró lujosos chalets y yates en donde se cerraron negocios muy provechosos para Manuel y su tropa. Ahora la droga y la prostitución no tienen el beneficio de la duda y solo los efectos nocivos de unas más baratas vacila al más templado. La femme fatale que siempre en estos lares lleva por la calle de la amargura a nuestro querido prota se revuelve venenosa contra cualquiera que amenace su vida como una tigresa a la que obligan a sacar las uñas.

Y llegamos al tema principal que aquí es lo más políticamente incorrecto que yo he visto en mucho tiempo. Los hombres fuman, beben, se drogan, juegan y apuestan o golpean a diestro y siniestro a cualquiera, sea hombre, mujer o niño. Escenas duras, explícitas y sangrientas que no reparan en gastos y que se acompañan de armas de fuego, blancas u objetos que al azar son mortales como cadenas o barras de hierro. Los polis buenos y malos interrogan, torturan y esconden los cadáveres o los cuerpos mutilados en habitaciones detrás de las puertas o en maleteros precintados como gangsters cualquiera y se enfrentan en un clímax in crescendo que puede acabar en tragedia.

¿Será este el funesto destino que les espera a aquellos que cometen actos delictivos y se dejan llevar por una vida de crimen e ilegalidad manifiesta o el perdón tiene premio?

La única manera de descubrirlo es ver Hombre muerto no sabe vivir, que se presentó en el Festival de Málaga y que ya está en nuestra cartelera, una arriesgada sorpresa que puede gustar o no pero que seguro que no dejará indiferente a nadie.