Hombres universales

Por David Porcel

Hay momentos que como volcanes en la nieve irrumpen derritiendo todo a su paso. De pronto lo que se creía sólido se convierte en agua, y lo que se creía líquido se convierte en vapor. Ya no hay suficiente música que distraiga al oído de semejante acontecimiento. A veces, se trata de una emoción que libera el dolor de generaciones enteras, de una melodía que presta voz a las más profundas agitaciones del ser. Otras, de un sentimiento que nos abre al mundo como la primera vez que vimos el mar. Es entonces cuando las palabras dejan de referir a las cosas, sacándonos de cuanto nos ocupaba y remontándonos a cuando el lenguaje todavía no era instrumento.

"El poeta es el hombre universal. Todo lo que ha agitado el corazón de un hombre, todo lo que la naturaleza ha podido experimentar y producir en todas circunstancias, todo lo que habita y fermenta en un ser mortal, ése es su dominio, que se extiende a toda la naturaleza. Por eso el poeta lo mismo puede cantar la voluptuosidad que el misticismo, ser Angelus Silesius o Anacreonte, escribir tragedias o comedias, representar los sentimientos nobles o vulgares, según su humor y su vocación. Nadie puede mandar al poeta que sea noble, elevado, moral, piadoso y cristiano, que sea o de deje de ser esto o lo otro, porque es el espejo de la humanidad y presenta a ésta la imagen clara y fiel de lo que siente." (Arthur Shopenhauer, El amor, las mujeres y la muerte.)