El año pasado la cadena Showtime dio el campanazo con Homeland, la adaptación norteamericana de una serie israelí de nombre Hatufim. Lo que, a priori, parecía el típico producto televisivo de espías donde unos tipos muy buenos debían detener a unos tipos muy malos antes de que, estos últimos, hicieran volar por los aires algún tipo de edificio relevante, se acabó convirtiendo en todo un éxito de crítica y audiencia llegando a ganar, incluso, dos globos de oro: el de mejor serie dramática y el de mejor actriz de serie dramática. ¿El secreto de su éxito? Conseguir una serie bien escrita, protagonizada por personajes con profundidad, con sorprendentes giros de guión, en la que poder encontrar momentos de tensión trepidante y que logra enganchar a su audiencia, durante los doce episodios que dura la primera temporada, a base de tomarse muy en serio el típico y gastado juego del gato y el ratón.
El año pasado la cadena Showtime dio el campanazo con Homeland, la adaptación norteamericana de una serie israelí de nombre Hatufim. Lo que, a priori, parecía el típico producto televisivo de espías donde unos tipos muy buenos debían detener a unos tipos muy malos antes de que, estos últimos, hicieran volar por los aires algún tipo de edificio relevante, se acabó convirtiendo en todo un éxito de crítica y audiencia llegando a ganar, incluso, dos globos de oro: el de mejor serie dramática y el de mejor actriz de serie dramática. ¿El secreto de su éxito? Conseguir una serie bien escrita, protagonizada por personajes con profundidad, con sorprendentes giros de guión, en la que poder encontrar momentos de tensión trepidante y que logra enganchar a su audiencia, durante los doce episodios que dura la primera temporada, a base de tomarse muy en serio el típico y gastado juego del gato y el ratón.