Exhibida en su momento, en el Séptimo Tour de Cine Francés y luego estrenada comercialmente, La Flor de Mi Secreto está programada hoy en la Cineteca Nacional dentro del Homenaje a Chabrol. Al momento del estreno, escribí lo siguiente de esta cinta:
Exhibida un solo día hace unos meses, dentro del Séptimo Tour de Cine Francés, ha vuelto a la ciudad en corrida normal el más reciente largometraje del maestro Claude Chabrol, La Flor del Mal (La Fleur du Mal, Francia, 2003). Chabrol, de 73 primaveras y quien ha dirigido poco más de 50 filmes en 45 años de carrera cinematográfica, es una garantía de cine inteligente, interesante y compulsivamente visible.
Estamos en Burdeos, época presente, en la casa de la opulenta familia Charpin-Vasseur. Francois (Benoît Magimel), un joven abogado, llega de Chicago a visitar el hogar familiar. Es obvio que no se lleva muy bien con su insoportable padre, Gérard (Bernard Le Coq), y más obvio aun es que tiene una relación semi-incestuosa con su hermanastra ¡y prima hermana! Michèle (Mélanie Doutey). Francois llega en mal momento: su madrastra (y tía) Anne (Nathalie Baye) se ha lanzado a la alcaldía ante el disgusto nada disimulado de Gérard. En plena campaña, aparece un folleto anónimo en donde salen a colación todos los cadáveres escondidos en el clóset: la misteriosa muerte de los cónyuges de Anne y Gérard (que propició el matrimonio de los dos concuños y que los niños, primos hermanos, se convirtieran en hermanastros), el colaboracionismo nazi del patriarca de la familia que acaso fue quien entregó a los alemanes a su propio hijo que estaba en la Resistencia, y la muerte del mismo patriarca tal vez en manos de su hija Micheline que, ya convertida en una cálida y generosa viejecita en el presente (la tía Line, encarnada por Suzanne Flon), ve cómo la vieja historia familiar vuelve a repetirse con otros protagonistas.
Es admirable el trabajo de Chabrol detrás de las cámaras. La sencillez extrema con la que dirige la foto de Eduardo Serra es ejemplar. Un tilt-down o un paneo en el momento preciso y con los actores en el lugar exacto del encuadre, resultan golpes maestros estilísticos: nada de freeze-frame o ralenti, nada de colores deslavados, cero claroscuros elegantes, nada de edición MTV-esca. Es reconfortante ver un cine aparentemente tan sencillo como el de Chabrol ejecutado con tal seguridad y donaire. El maestro francés no tiene que demostrarle a nadie que domina el lenguaje fílmico: basta ver cómo realiza la puesta en imágenes de los flash-backs sonoros de la tía Line para recordar la manera en la que dirigían los grandes maestros del cine. Me refiero a gente como Ford, Hawks, Lang o el admirado (para Chabrol y para todo el mundo) Hitchcock.
Habría que anotar que, a diferencia de buena parte de la obra de Chabrol, La Flor del Mal tiene algunos elementos no tan típicos en la vasta filmografía del cineasta francés: un momento de regocijante humor negro y una esclarecedora secuencia en donde Chabrol nos muestra que la decepción política no es exclusiva de los mexicanos. Mal de muchos…
La Flor de Mi Secreto se exhibe hoy martes a las 18:15 y a las 20:30 horas.