Entreno cinco días por semana y tengo que cambiar la bolsa todas las tardes: kendo-iaido-kendo-iaido-kendo. Y he llegado a una edad en la que puedo asumir sin complejo alguno que no sé dónde pongo la cabeza. Lo que me salva el culo la vida es llevarlo siempre todo junto, salvo la ropa y el obi.
Y ahí es cuando entra en escena mi segunda mejor amiga (después del sujetador).
La vaca es más grande que un neceser, lavable, y tiene asas para llevármela en los cursos y no tener que andar cargando con la bolsa grande de un sitio a otro. La tengo desde que empecé a entrenar y ha demostrado ser mucho más útil que el neceser porque cabe TODO. Y es que entre mis imprescindibles para el vestuario se encuentran nada más y nada menos que:
- Bote de champú. Procuro llevar un bote de tamaño medio y que pueda utilizar también como gel. Lo que vale para la piel no tiene por qué valer para el cabello, pero según mi experiencia, el daño es menor al revés. Las botellas de cosméticos tienen la sana afición de abrirse y desparrarmarse por la bolsa a la menor oportunidad, especialmente ANTES del entrenamiento, nunca después. Mi solución, luego de asumir que soy torpe, ha sido un frasco rellenable con tapón de rosca. No tiene ningún glamour ducharse con un bote rellenado de colutorio dental, pero es más ligero que un frasco entero de champú y sobre todo puedo rellenarlo con el producto que necesito.
- Cepillo para el pelo. Y coleteros. Muchos coleteros. De todos los colores.
- Limpiador facial y crema hidratante. Utilizo el gel limpiador al agua de (qué raro) Deliplus, y la crema oxygen power de Nivea. Productos baratos, con envase cilíndrico y resistente que no se abra y me monte un cristo.
- Cortauñas. Sí, hacedme caso. Os vendrá bien, y a la humanidad en general. En serio, chicos.
- Un rollo de esparadrapo.
- Un rollo (o paquete) de tiritas.
- Unas tijeritas.
- Trombocid.
- Un Kit Reglote. Con eso tengo cubierto además el asunto analgésicos si el tortazo ha sido épico y voy a pasar el resto del día o la tarde por ahí.
- Un kit de arreglo de shinai “mini”: un nakayui, una lija y un trapito húmedo.
- Más toallitas húmedas. ¿Recordáis aquel curso en pleno diciembre cuando se estropeó el agua caliente? Yo ya no.
- Una caja de gasas. No, no llevo tampoco un desfibrilador, pero tengo los pies un poco cavos, y el tarsiano medio hundido: si voy a entrenar más de un par de horas intento almohadillar el puente para amortiguar el roce y evitar ampollas y hematomas extra.
- Un tenugui. Porque se me olvidan. Siempre.
Herberwest me ha contado además qué lleva él:
- Otro cortauñas. Y no miramos a nadie.
- Polvos de talco o polvos para pies. Además de por higiene, son una buena ayuda para el iaidoka cuando la tarima está demasiado sucia o demasiado seca para deslizarse. OJO al transporte: son muy escandolosos si se desparraman. Por el dojo aún recordamos aquella tarde en la que todos acabamos utilizando los polvos porque fue la única manera de quitar el sobrante de la tarima.
- Set de limpieza de iaito (del cual me aprovecho también yo que para eso están las esposas y del que hablará Tsukiyomi dentro de unos días).
Cuando tenemos un curso largo, añadimos el botiquín kendoka y algunas cosas más.
¿Y vosotros? ¿Qué lleváis en la mochila?