Durante todo ese tiempo no hemos dejado de buscar vestigios que den respuesta a la gran pregunta: ¿qué nos hace humanos? La ciencia, ese gran instrumento ideado por la inteligencia que nos ayuda a conocernos y conocer lo que nos rodea, nos arrebata toda soberbia y singularidad al despojarnos del centro del Universo y negarnos un único factor providencial que nos transforme en lo que somos, seres humanos. Cada vez parece más claro que somos así por casualidad, sin ninguna intervención divina. Vamos, que muy bien podrían etiquetarnos como homo accidens, sin que ello desmerezca a un animal capaz de construir catedrales y componer sinfonías cuya belleza y sensibilidad nos elevan por encima de lo creado.
Durante todo ese tiempo no hemos dejado de buscar vestigios que den respuesta a la gran pregunta: ¿qué nos hace humanos? La ciencia, ese gran instrumento ideado por la inteligencia que nos ayuda a conocernos y conocer lo que nos rodea, nos arrebata toda soberbia y singularidad al despojarnos del centro del Universo y negarnos un único factor providencial que nos transforme en lo que somos, seres humanos. Cada vez parece más claro que somos así por casualidad, sin ninguna intervención divina. Vamos, que muy bien podrían etiquetarnos como homo accidens, sin que ello desmerezca a un animal capaz de construir catedrales y componer sinfonías cuya belleza y sensibilidad nos elevan por encima de lo creado.