Si tuviéramos que definir a la especie humana por una característica única, una característica que la diferenciara del resto de especies animales, esa sería su extraordinaria capacidad para producir basura. En el año 2008, los ciudadanos de la Unión Europea generamos 2615 millones de toneladas de residuos, todo un record para una población de 510 millones de personas. Algunos dirán que la inteligencia nos define mejor, pero si consideramos inteligencia como la capacidad de resolver problemas, o incluso como la capacidad de entender y comprender, cada día aparecen nuevos estudios que confirman que no solo los mamíferos superiores, sino incluso algunos moluscos, se pueden considerar inteligentes, y en muchas ocasiones mucho más que nosotros.
Así que asumámoslo, somos únicos y especiales en algo, somos fábricantes compulsivos de mierda. Pero no sólo somos capaces de producir millones de toneladas de basura al año, sino que en una prueba de generosidad sin límites, compartimos esa basura con el resto de especies para que disfruten de ella como nosotros. Y la repartimos y la enviamos lejos, aprovechando ríos y mares para que todos los organismos tengan su porción y no se sientan discriminados.
Mientras que los primeros representantes de nuestra especie generaban residuos orgánicos, como el resto de animales, a medida que nuestra especie fue "progresando", la variedad de residuos aumentó y actualmente, la mayoría de nuestra basura ya no se degrada, sino que se acumula durante años e incluso siglos, formando bonitos mosaicos multicolores en cada rincón del planeta.
En el Océano Pacífico hace unos años que se formó una nueva isla, su superficie es de 1.400.000 kilómetros cuadrados y está compuesta totalmente de basura, principalmente plásticos. No ha hecho falta ninguna erupción volcánica, nosotros solos lo hemos logrado. Chris Jordan, del que ya he hablado varias veces en este blog, ha filmado varios vídeos sobre esa isla y sobre sus efectos sobre la fauna.
Creo que cada vez tengo menos dudas de que cuando Linneo propuso el nombre científico de Homo sapiens en 1758 para nuestra especie, aludiendo a lo que él consideró como el rasgo más característico, la sabiduría, no tenia todas las piezas del puzzle. Estoy seguro de que si el bueno de Carolus hubiera vivido en la actualidad, no habría dudado en nombrar a nuestra especie como Homo cerdus, con todo el respeto para los cerdos, que son unos animales mucho más limpios que nosotros.