Homo economicus vs Homo sapiens

Publicado el 30 mayo 2014 por Monedarota @Monedarota

La teoría económica está poblada de una especie a la que los economistas denominamos “Homo economicos”, cuyos miembros siempre son racionales. Estos individuos siempre tratarán (de manera eficiente) de maximizar sus beneficios si son empresarios, y de maximizar su utilidad si son consumidores. No obstante, en la vida real abunda el “Homo sapiens” que aunque se parezca en cierto sentido, dista también mucho de las personas racionales y calculadoras que describen los modelos económicos que utilizamos los economistas. Es relevante decir esto, porque a veces se tiende a generalizar y no podemos obviar que el mundo en el que nos movemos está repleto de individuos con características de lo más variopintas: olvidadizos, confusos, impulsivos, emocionales, etc. En este sentido, el enfoque de la Psicología da bastantes pistas de cómo influyen estas características personales en el comportamiento económico de las personas.

Herbert Simon, un científico social norteamericano y uno de los primeros investigadores que trabajó mezclando economía y psicología, llegó a la conclusión de que los seres humanos no son maximizadores racionales sino simples ‘satisfacedores’. En lugar de siempre tomar las mejores soluciones, que en cierta manera sería propio de un autómata, los individuos (homo sapiens) ejecutan sentencias que son simplemente buenas. En estos términos, estaríamos hablando de agentes cuasi-racionales, que tienden a tomar decisiones lógicas, pero en el que también se admite el error y la equivocación.

Homo Economicus vs Homo Sapiens

Un ejemplo práctico que pone de manifiesto la enorme distancia que existe entre los modelos económicos y la vida real es el juego del ultimátum. En él, se escogen dos voluntarios (que no se conocen) que van a tomar partida del experimento y se establece un premio final de 100 euros. Antes de que comience el juego se enseña a los participantes cuáles son las reglas. Para empezar se lanza una moneda al aire con el propósito de asignar a cada voluntario quién va a ser el jugador A y el jugador B. Una vez que están repartidos los roles, el jugador A debe proponer un reparto del premio (recordemos que son 100 euros) al jugador B. Tras la propuesta del jugador A, el jugador B debe decidir si acepta o no la proposición de su compañero. Si el jugador B acepta la propuesta de reparto, ambos jugadores se llevan lo acordado por el jugador A. En el caso de que el jugador B rechace la propuesta, los dos jugadores se quedan sin nada.

La diferencia viene a continuación. Suponiendo que utilizásemos la teoría económica y su máxima de racionalidad, el jugador A trataría de maximizar su riqueza. Este hecho llevaría a que la oferta de este jugador fuese totalmente desequilibrada: 99 euros para él y 1 euro para el jugador B. Sin embargo a pesar de lo desnivelado de la propuesta, el jugador B (siempre bajo la hipótesis de la estricta racionalidad) aceptaría la proposición del jugador A debido a que esa situación mejoraría su bienestar actual, pasando a ganar 1 euro. Teniendo en cuenta estas hipótesis, el jugador A sabe que el jugador B aceptará tal propuesta, por lo que no considera bajo ningún momento hacer una oferta menos desproporcionada. En términos de teoría de juegos, el reparto 99€/1€ es un equilibrio de Nash.

No obstante, la vida real es otro ámbito totalmente diferente. En ese entorno los individuos no son autómatas, sino “Homo sapiens”. Son seres que piensan de otra manera, que perciben sensaciones y sentimientos. No hay que descuidar la importancia de la sensibilidad y las emociones en la toma de decisiones económicas. En este contexto de cuasi-racionalidad el jugador B no aceptaría la proposición de 99€/1€, y por tanto, el jugador A (que lo sabe) jamás ofrecería un reparto tan poco equitativo. El factor justicia juega un papel muy importante en la vida real y por tanto es descabellado pensar que alguien aceptase una oferta tan desequilibrada. A pesar de esto, el jugador A tratará de sacar tajada de la ventaja que le otorga el poder decidir para obtener una cuantía mayor del reparto (60€/40€ por ejemplo).

Racionalidad vs Emociones

Para terminar, este mismo ejemplo es extrapolable al ámbito empresarial. Cuando una empresa gana dinero y mejora por tanto su cuenta de resultados es susceptible de que sus trabajadores reclamen una mejora salarial. El hecho de que exista un criterio de justicia, hace posible que esa reivindicación obrera se convierta en realidad.

Con estos ejemplos observamos la gran diferencia existente entre la economía puramente teórica y la economía real. Los modelos económicos tienen en cuenta que los individuos son profundamente racionales, algo que no siempre ocurre en la vida real. No obstante, el hecho de que esos modelos tengan esta hipótesis favorece la simplificación de los mismos. El que un modelo sea simple es fundamental ya que de este modo es posible hacer simulaciones, diseñar medidas de política económica y hacer predicciones. Objetivos que hubiesen sido irrealizables de otra manera.