Homo ¿in?corruptus: Una aproximación al estudio de la corrupción

Publicado el 30 junio 2014 por Monedarota @Monedarota

La corrupción se ha puesto de moda. Que no se asuste el lector (más de lo que ya esté). No me refiero a que ahora, de pronto, dejado a la desventura de los tiempos que corren, su vecino del sexto, sus hijos, su mujer, su marido o sus amigos más fieles se dejen llevar por estos turbadores y lóbregos vientos. Me refiero a que la corrupción constituye una preocupación cada vez más importante de entre todas las preocupaciones mundanas. Y por ello, el estudio de la corrupción también se ha dejado impregnar de toda esta corriente de desasosiego, y cada vez son más numerosos los libros y trabajos que analizan esta cuestión.

Como bien pueden apreciar aquellos que a menudo tienden a dejarse llevar por la valiente inconsciencia de abrir un periódico o presenciar un telediario, la corrupción es un término muy transitado últimamente. Sin embargo, creo que no se es del todo consciente de la trascendencia del término, ya que es frecuente quedarse en la curiosidad o el chismorreo, más que acudir a sus entrañas y al austero análisis. La corrupción afecta al entramado político, social y económico de muchos países (no sólo de España, ni tampoco en los mismos términos). El impacto que provoca en nuestras sociedades es múltiple: reduce la eficiencia en la asignación de recursos, ahuyenta la inversión, especialmente la extranjera, desalienta el crecimiento económico y el bienestar de las personas, desestabiliza el sistema financiero y económico de un país, provoca fugas de capitales mediante espurias transacciones, crea incentivos perjudiciales para el correcto funcionamiento de los mercados y, lo que no es menos importante, tiene numerosos efectos sociales y legales como el abuso de los sistemas legítimos donde impera la ley y se asienta la democracia, atenta contra la correcta redistribución de la renta y los derechos y deberes fundamentales de las personas y contra la consistencia de los Estados de pleno derecho.

Pero conviene partir de una correcta definición para poder entender qué está en juego. Según el Diccionario de la Real Academia Española, la corrupción es la acción y efecto de corromper o corromperse, esto es, alterar y trastocar la forma de alguna cosa, o echar a perder, dañar, podrir. Corrupción proviene del latín corruptus, que significa estropeado, descompuesto o destruido.

Uno de los tipos de corrupción más reconocibles es el del soborno. En el trabajo de Arvind K. Jain (2001) se sostiene lo siguiente: “hay consenso en que la corrupción se refiere a actos en los que el poder del cargo público se usa para beneficio personal de una manera que contraviene las reglas del juego”. Podríamos aceptar esta definición como una de las más concisas que existen. Pero no conviene restringir el uso de este concepto exclusivamente a la esfera pública, puesto que también se da en núcleos privados. Sin ir más lejos, el sonado caso del financiero Madoff o los sobornos de equipos de fútbol son casos de corrupción entre figuras privadas, tal y como deja de manifiesto Sánchez Molinero (2009). Así, se pueden identificar tres niveles de corrupción: la gran corrupción (1), donde la élite política aprovecha el poder para realizar o cambiar las políticas económicas hacia su interés; la corrupción burocrática (2), y la corrupción legislativa (3), donde se incluye, por ejemplo, la compra de votos, a la cual también hace referencia Rose-Ackerman (2006).

En cualquier caso, en el estudio de la corrupción intervienen tanto el plano normativo como la visión positiva: qué debiera ocurrir y qué ocurre. Y no sólo se centra en un ámbito académico, exige la aproximación tanto desde el punto de vista político como económico. Villoria (2006), en un intento por acercarse de igual modo a la política y la sociología, define corrupción como “aquellas acciones u omisiones que tienen que ver con el uso abusivo de los recursos públicos para beneficios privados, a través de transacciones clandestinas que implican la violación de algún modo de comportamiento”. Demuestra que la corrupción política y la administrativa son inseparables. Desde algunos organismos internacionales como Transparencia Internacional se distingue entre estas dos corrupciones, una la que se comete en los niveles más altos del poder y de la sociedad por medio de élites o líderes políticos y empresas, y la corrupción menor o administrativa cometida por funcionarios y ciudadanos (donde se encontrarían, por ejemplo, los sobornos por licencias o infracciones). En los países industriales, la corrupción menor no se considera un grave problema. No así en los países en vías al desarrollo, donde sí es un problema a tener en cuenta. En algunos, como Camerún, Kenia, Nigeria o Lituania, se ha estimado que más del 30% de la población ha pagado un soborno en los últimos 12 meses.

De hecho, la paradigmática definición propuesta por Kjellberg (2000) encierra una síntesis de distintas concepciones; define la corrupción pública como quiebra de las normas legales (concepción jurídica), de las normas éticas no escritas (concepción ética) con apoyo social generalizado (concepción sociológica), para proporcionar servicios o beneficios a ciertos grupos o ciudadanos de forma oculta (concepción política) con voluntad de ganancia directa o indirecta (concepción económica).

Tan importante como saber qué es la corrupción, es poder detectarla para combatirla. Sin embargo, medir este fenómeno es muy difícil, ya que a menudo se fundamenta en percepciones subjetivas (Lambsdorff, 2007). Rose-Ackerman (2006) menciona una serie de herramientas para poder establecer una guía de medidas para combatir la corrupción a nivel internacional. Los más relevantes resultan ser los paneles de expertos constituidos por analistas o consultores, como por ejemplo el Political Risk Services (PRS), donde se mide el riesgo de un país incluyendo variables como el riesgo de expropiación, el Transparency International´s index of corruption, el World Bank´s World Business Environment Survey y un índice de libertad de negocios realizado por la Heritage Fundation. A su vez, Jain (2001) se centra en los siguientes indicadores internacionales:

  • Transparencia Internacional publica el conocido “Índice de Percepciones de la Corrupción”, el más importante, que se elabora para numerosos países, se puede consultar públicamente y tiene información desagregada para distintos organismos, como se puede consultar en la web española.
  • Business International Corporation (BI) elabora una escala de calificación de países donde una de las variables se refiere al nivel de corrupción.
  • Political Risk Services Inc. publica un informe anual llamado International Country Risk Guide (ICRG), que incluye un índice de corrupción.
  • World Economic Forum publica el World Competitiveness Report desde 1989, donde se analiza la corrupción a través de una serie de preguntas en una encuesta que elaboran.
  • En un trabajo de 1999, Kaufmann, Kraay y Zoido-Laboton crearon una medida que englobaba tres aspectos esenciales de la gobernanza, como por ejemplo, la calidad burocrática.
  • Los autores Hall y Yago desarrollaron en el año 2000 un “índice de opacidad”.
  • El Internet Center for Corruption Research cuenta con información centralizada de los índices de Transparencia Internacional, así como de estudios y trabajos sobre cuestiones de corrupción.

Conviene también mencionar que España no es un país tradicionalmente bien situado en las escalas internacionales sobre corrupción. En el índice elaborado por Transparencia Internacional para 2013, se encuentra en la posición número 40, como se puede consultar aquí, por detrás de países como Brunei, Botswana, Puerto Rico, Bután o Taiwan, y seguida de Cabo Verde. Conviene añadir que en los últimos años la puntuación española también ha empeorado considerablemente, puesto que en años anteriores estaba situada entre la posición 30 y la 35. Los países más corruptos en 2013 según este índice son Somalia, Corea del Norte, Afganistán, Sudán, Libia, Irak, y algunas ex repúblicas soviéticas, tradicionalmente con puntuaciones muy bajas.

Convendría concluir pensando en las múltiples implicaciones que conlleva la corrupción, no sólo en términos económicos, sino también en la vida de las personas y en el bienestar de las sociedades. Lambsdorff (2007) menciona algunas:

  • La existencia de una relación positiva entre corrupción y renta per cápita, aunque pudiera ser como “la pescadilla que se muerde la cola”: la corrupción provoca pobreza y ésta a su vez alimenta a la propia corrupción.
  • La existencia de una cierta relación entre corrupción y crecimiento económico; la primera reduce el potencial de crecimiento, aunque hay ejemplos de países que podrían constituir una excepción.
  • No existe una relación clara entre corrupción y tamaño del sector público, si medimos éste a través del porcentaje del gasto público sobre el PIB. Por ejemplo, los Estados escandinavos, de naturaleza grande, son los menos corruptos del mundo.

Pero lo que está claro es que, tal y como aconsejan las Naciones Unidas, la corrupción se puede combatir por diferentes vías: facilitando el desarrollo económico y social de los países, asegurando el tejido a las empresas para que sobrevivan con mayor facilidad., aumentando la inversión nacional y extranjera, lo que contribuirá a sanear los flujos de intercambio diluyéndose entre múltiples manos, así como dará una imagen más saneada del país, apoyando la democracia, donde los ciudadanos poseen una legitimidad, lo que genera un clima de estabilidad y confianza, creando un entorno donde impera la ley, para que los ciudadanos y las empresas tengan confianza en la capacidad de sus instituciones legítimas para resolver los conflictos de manera justa y honesta y para proteger los derechos humanos, y reduciendo el impacto de la delincuencia organizada, la trata de seres humanos y el terrorismo.

JAIN, A.K. (2001): “Corruption: a review”, Journal of Economic Surveys, Vol. 15.

KJELLBERG, F. (2000): “Corruption as an analytical problem: some notes on research in public corruption”, in International Political Science Association, XVIII World Congress, 2000, Quebec. Memorial Articles.

LAMBSDORFF, J. G. (2007): The Institutional Economics of Corruption and Reform. Theory, Evidence and Policy.

SÁNCHEZ MOLINERO, J. M. (2009): “Análisis de la corrupción en la bibliografía económica reciente”, Libros de Economía y Empresa, Año IV, número 2.

ROSE-ACKERMAN, S. (ed.) (2006): International Handbook on the Economics of Corruption. Edward Elgar, Massachusets.

VILLORIA, M. (2006): La corrupción política. Síntesis, Madrid.

Fuente de Imagen de portada: Geef 2012 en: http://runrun.es/runrunes/74988/runrunes-el-universal-02-07-2013.html/attachment/corrupcion-4,