Es cierto, entiendo que no quieras dedicar ni un minuto de tu tiempo a pensar en Cristiano Ronaldo, pero no me negarás que es un espécimen de estudio para los antropólogos del mundo y que la ciencia ha encontrado en su caso un motivo de revisión de la teoría de la evolución humana.
Famoso por su impresionante capacidad como goleador, como portento del fútbol y por pertenecer a la lista de los diez mejores jugadores de la historia de este deporte, también es reconocido por su carente moral, su chulería, su egoísmo y, últimamente, por su agresividad. Es un perfecto ejemplo de que el ser humano es capaz de evolucionar en algunas de las facetas de su vida e involucionar en otras.
Se puede llegar a entender que una persona que lo tiene todo, fama, dinero, juventud, éxito, pierda el norte y que su endiosamiento sea patente en todos y cada uno de sus gestos. Muchos recordarán su famosa costumbre de señalar a su cuádriceps cuando marca un tanto, sus gimoteos cuando el gol de su equipo no lo había metido él y su frustración cuando algo, dícese de la cabeza de otro jugador, se pone en el camino entre el balón y la portería en uno de sus tiros. Son comportamientos propios de adolescentes que no tienen capacidad de medir la magnitud de sus actos hasta que ya es demasiado tarde. Con la diferencia de que la mayoría de los púberes logran entender, una vez cometido el error, que eso no se hace y algunos son capaces hasta de disculparse.
Los valores del deporte, que siempre han sido el juego limpio, el respeto del contrario, el sentimiento de equipo y saber que la rivalidad se queda en el campo de juego y fuera de él todos somos iguales, tienen un peso nulo en este jugador. Lo peor es que es el ídolo de muchos niños y jóvenes, el modelo a seguir para los pequeños futbolistas y eso es un problema viendo ejemplos como este: