Homosexuales, las víctimas del triángulo rosa

Por Liber

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Ersnt Röhm nunca tapó su homosexualidad, es más, la expresaba abiertamente, aunque despreciando la feminidad. Tampoco tenía pelos en la lengua y era un amante del poder. Su homosexualidad terminaría pasándole factura: sería asesinado en la Noche de los Cuchillos Largos, por orden del mismísimo Hitler, antiguo amigo y aliado. Fuente y autoría: Bundesarchiv, Bild 102-14393 / CC-BY-SA

En la Alemania de Adolf Hitler, la homosexualidad era considerada como “una forma degenerada de conducta” que ponía en peligro la “masculinidad disciplinada” de la nación. Bajo la legislación nazi, la homosexualidad se consideraba como “antiaria” y, por consiguiente, los gais y las lesbianas estaban sometidos a una persecución mayor que la ya sufrida durante el régimen de Weimar. Por irónico que parezca, cabe destacar que Ernst Röhm, homosexual declarado, y líder de las SA, había ayudado enormemente a que Hitler consiguiese el poder el 30 de enero de 1933.

Según el Artículo (Párrafo) 175 del Código Penal alemán, el sexo entre hombres mayores de 21 años estaba sujeto a penas de prisión.  No obstante, la ley afirmaba que se requerían pruebas específicas que constataran la existencia de un acto sexual y, con frecuencia, era algo que resultaba complicado de demostrar. Esto se tradujo en que durante el gobierno de Weimar y durante los dos primeros años del nacionalsocialismo, muchos de los procesados por conducta homosexual fueron declarados inocentes y puestos en libertad. Pero todo cambiaría en junio de 1935.

En dicho mes, el Artículo (Párrafo) 175 se modificó de tal manera que entraba en el terreno de la más pura subjetividad, ya que no era necesario ni tan siquiera que hubiese tocamientos para que se cometiese delito (según la ley, bastaba con “la subjetiva intención lujuriosa” del acusado). Asimismo, a partir de ese momento las faltas pasaban a ser delitos y la pena máxima de prisión se aumentaba desde los 6 meses hasta los 5 años. Lógicamente, esto condujo a un enorme aumento en el número de  homosexuales arrestados. Muchos fueron procesados por “crímenes” que no lo habían sido hasta la fecha.

Heinrich Himmler, jerarca máximo de las SS, estimó que había 2 millones de homosexuales en el Tercer Reich. En un discurso pronunciado ante miembros de las SS el 18 de febrero de 1937, comparó la campaña contra los homosexuales con el hecho de arrancar las malas hierbas que crecen en un jardín. Himmler dejó claro también que si se descubría que un miembro de las SS era homosexual, sería arrestado, humillado públicamente, enviado a un campo de concentración y tiroteado tratando de escapar.

Entre enero de 1933 y junio de 1935, 4000 hombres fueron condenados bajo la versión antigua del Artículo (Párrafo) 175 (4 al día aproximadamente). Pero desde junio de 1935 hasta junio de 1938, bajo la versión nazi endurecida de la legislación homófoba, 40 000 hombres resultaron condenados por “actos contranatura” (54 al día aproximadamente). Otros 10 000 hombres fueron arrestados entre junio de 1938 y junio de 1939. Para finales de la Segunda Guerra Mundial, se estima que 100 000 varones homosexuales habían sido arrestados y 50 000 encarcelados. Los historiadores estiman que un mínimo de 5000 y un máximo de 15 000 terminaron en los campos de concentración nazis.

Magnus Hirschfeld fue un sexólogo judío alemán defensor de los homosexuales (mala mezcla para los tiempos del Tercer Reich). Tras el ascenso al poder de Adolf Hitler, se procedió a la destrucción de su vanguardista Instituto para el Estudio de la Sexualidad (Institut für Sexualwissenschaft). Las fotos que suelen verse hoy en día de quemas de libros por parte de los nacionalsocialistas suelen ser escenas de la quema de los libros de la biblioteca del Instituto. Hirschfeld tuvo la enorme suerte de encontrarse en el extranjero dando conferencias. Murió exiliado en Francia en 1935. Fuente y autoría: Dominio público

En junio de 1935, se aprobó una nueva ley bajo el nombre de “Ley para la Prevención del Surgimiento de Enfermedades Hereditarias”. Esta ley definía a los homosexuales como “asociales” y como una amenaza para el Tercer Reich. Si alguien era declarado culpable en virtud de esta ley, los jueces tenían potestad para ordenar su castración. Cualquier hombre acusado de “homosexualidad crónica” era enviado a un campo de concentración.

Bajo esta legislación nazi, el hombre arrestado como  “seductor” se estimaba más culpable que el “seducido” y recibía una condena más dura. Los enviados al campo de concentración eran marcados con un triángulo rosa en sus uniformes. Por su parte, los homosexuales “seducidos”, eran a ojos de los nazis, “curables” mediante el uso de “terapias médicas”. A tal fin se implementaron los conocidos como “Institutos de Investigación”.

Acusar falsamente de homosexualidad era también un arma arrojadiza para lanzar contra cualquiera que cayese en desgracia dentro de la jerarquía del Partido Nazi. Esto le sucedió por ejemplo a Helmut Brückner, líder destacado del partido en la región de Silesia. Tras quejarse de las actividades de las SS en su zona, denunciando especialmente su brutalidad, fue arrestado por orden expresa de Heinrich Himmler y condenado por actos homosexuales cometidos con un oficial del ejército. Fue destituido de su cargo y sentenciado a 18 meses de cárcel. La acusación era directamente falsa pero nadie osó poner en duda su veracidad ante el tribunal.

El 1 de octubre de 1936, el Partido Nazi agravó aún más la situación de los gais y de las lesbianas con la creación de la Oficina Central del Reich para el Combate de la Homosexualidad y el Aborto. A la Gestapo se le encomendaba así la tarea de “cazar” homosexuales, tarea en la que se afanaría con especial crudeza, y se asumió generalmente que la conducta homosexual era sinónimo de disidencia y de oposición al Reich. Algunos jerarcas nazis tenían la errada idea de que la homosexualidad era contagiosa y de que podría poner en peligro al Tercer Reich. Los homosexuales detenidos que no fueron encarcelados no corrieron mejor suerte al ser enviados a terribles instituciones mentales estatales en las que podrían ser “curados” de su “enfermedad”. Ahora bien, sin duda los peor parados fueron los homosexuales que terminaron en los cambos de concentración nazis. Según el relato de algunos supervivientes, el trato que recibieron fue incluso peor que el que tuvieron que soportar el resto de prisioneros. Se estima que, en proporción a su presencia en los campos, los homosexuales tuvieron una tasa de mortalidad mayor que el de cualquier otra minoría (de en torno al 60 % según académicos como Lautman). Durante la Segunda Guerra Mundial, los homosexuales estuvieron incluidos dentro de la política de exterminación a través del trabajo.

Orden de detención de la Gestapo de un “homosexualidad recalcitrante”. Fuente y autoría: Dominio público

Asimismo, se realizaron también inhumanos experimentos médicos en homosexuales arrestados en las zonas de ocupación alemana. Los experimentos estaban orientados a aislar un supuesto “gen gay” para tratar así de “curar” las conductas homosexuales. Cuando se terminaba de experimentar con un homosexual, se procedía a su castración, sin miramientos.

Las lesbianas tuvieron la “suerte” de vivir en una sociedad tan machista que hacía que fueran prácticamente invisibles. El lesbianismo se consideraba “antisocial”, pero no “degenerado”, tal y como sí sucedía en el caso de los hombres gais.

Irónica y tristemente, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa, los homosexuales que habían logrado sobrevivir al terror nazi no pudieron beneficiarse de apoyo alguno (como sí pudieron el resto de las víctimas del Holocausto), dado que la homosexuaidad seguía siendo ilegal. Hay que recordar que la homosexualidad siguió siendo ilegal en la República Federal Alemana hasta 1969. Cuesta imaginarse por un momento cómo estas personas estigmatizadas pudieron salir adelante tras las persecuciones del nazismo y tras el ostracismo terrible al que se vieron abocados una vez finalizada la guerra.

Libros recomendados:

Pierre Seel, deportado homosexual

Rudolf Brazda. Itinerario de un triángulo rosa

Aimée y Jaguar

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