Quien antes estaba en contra del nuevo gobierno ahora se manifiesta a favor y gana credibilidad.
Érase una vez un presidente que ha intentado copiar un modelo político cada vez más común en Latinoamérica: el de eternizarse en el poder. Él quiso hacer un referéndum para cambiar la constitución y así ser reelecto. Sin embargo, su arrogancia lo ha hecho sufrir un golpe militar, siendo expulsado de su país. Él se llama Manuel Zelaya.
La historia se tornó conocida por todo el mundo el 28 de junio de 2009, cuando sucedió la salida forzada del entonces mandatario. La derecha hondureña tenía recelo de que el país pudiera convertirse en el comunismo, a causa de los estrechos lazos entre Zelaya y colega venezolano Hugo Chávez. Presuntamente, ese era el mismo miedo de EEUU, según los documentos secretos de dicha nación, revelados por Wikileaks. Además, el golpe ha sido apoyado por la Iglesia Católica local.
La nación centroamericana ha sido excluida de la Organización de los Estados Americanos (OEA), y en protesta a la deposición del exmandatario, algunos países – como Brasil y Venezuela, por ejemplo – tomados por un sentimiento de latinidad, han retirado a sus embajadores y no reconocieron al nuevo gobierno.
El septiembre de aquel año (2009), él ha vuelto escondido a su país y pedido asilo político en la Embajada de Brasil, en la capital Tegucigalpa. Con eso se agravaba la crisis: los partidarios del exlíder decidieron acompañarlo en la oficina sudamericana junto a su familia. Por represalia las autoridades hondureñas suspendieron el suministro de agua, energía y telefonía, además de bloquear las llamadas de móviles en áreas cercanos al fin de obligarle a salir para apresarlo, pero ha sido inútil. El precio que los funcionarios brasileños pagaron por haberlo ayudado ha sido la ingratitud: los alimentos que llegaban de la OEA no eran compartidos entre la gente sudamericana. Incluso, el exmandatario dijo que el gobierno brasileño – de Lula – sabía de su vuelta, lo que ha sido negado por Itamaraty. Tras eso, Zelaya se exiló en República Dominicana.
El 22 de mayo de 2011 – tras casi dos años desde el incidente – el exjefe de Estado y el actual, Porfirio Lobo, firman en Colombia el Acuerdo de Cartagena, mediado por éste gobierno y el de Venezuela, que le devolvía sus derechos constitucionales con garantía de que no sería procesado por ningún presunto delito político. Al fin, se concluye que Venezuela se salió bien con la crisis, pues antes estaba en contra del nuevo gobierno, y ahora, a favor, cínicamente mejorando su imagen ante la nación centroamericana. Con eso Brasil, Argentina y otros países se han transformado en villanos por aún resistir a hacer las paces con Honduras. El Brasil de Lula – ahora de Dilma Rousseff – como nación influyente del bloque continental, ha desperdiciado una gran oportunidad para negociar el fin de la crisis, comportándose como un niño enfadado por haber dado la espalda al nuevo gobierno hondureño.
Para todos los cuentos hay un final feliz, así como el de Zelaya. El exmandatario ha vuelto, el pasado sábado 28 de mayo, más fuerte de lo que antes – como un héroe –, recibido con honras de un expresidente, por mostrar que la izquierda logró a resistir, o simplemente que su país se le rindió para que pudiera integrarse nuevamente a la región. En breve, Honduras podrá volver a hacer parte de la OEA.