Se escocía la tarde entre las costuras de un terno nuevo, de entretiempo forzado. Soplaba el viento y yo me empeñaba en hablar de poesía, pero el viento traía rumores de sangre escarchada, verso descarnado de épica desnuda, cruel y despiadada.
Un mal paso, un tropiezo, un pitonazo certero. La sangre. La vida al ralentí. Sus hijos. Su llanto desgarrado y seco, sin lágrimas que llevarse a una mejilla hecha pedazos.
Lloró por él Miguel. Llanto fiero, lágrima valiente de quien sabe que el valor no consiste en ser de piedra. Carne abierta. Corazón partido en dos sin anestesia.
#fuerzapadilla. Eres el Hércules que parte en dos al dragón del miedo. El que arrebata la guadaña a la muerte. Eres nervio y garra. Eres ciclón. Eres leyenda. Vistes de Honor y Oro y ese terno, lejos de escocer, cura todas las llagas.
- Hércules matando al dragón del jardín de las Hespérides, Rubens, Pedro Pablo (y taller), 1635-1640. Museo del Prado