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Transcurría el verano de 1940 y en la localidad austriaca de Mauthausen, a 20 km de Linz, nacía uno de los mayores campos de concentración alemanes de la Segunda Guerra Mundial. En su origen era uno solo, pero posteriormente con el paso del tiempo se fueron aglutinando en su entorno otra serie de campos menores de prisioneros y con la anexión del campo de Gunsen tomó su nombre definitivo: Mauthausen-Gusen.
En sus momentos más álgidos, los dirigentes del campo central manejaban una población reclusa de 85 000 prisioneros aproximadamente.
Hay historiadores que sostienen que el número total de víctimas mortales fue especialmente elevado por la categoría que los alemanes asignaron en un principio a estos dos campos, Mauthausen y Gusen I: “Grado III”, sinónimo de una mayor dureza disciplinaria con los prisioneros. Estos campos acogían a los “enemigos políticos incorregibles del Reich”, cumpliendo la misión de exterminar literalmente a las personas de las clases sociales e intelectuales más altas de los países conquistados, lo que se conoce como la intelligentsia.
Vista de prisioneros cargando con pesadas cargas de granito y subiendo la infame escalera de la cantera de Mauthausen, de 186 peldaños, conocida como ‘la escalera de la muerte’. Allí se dejaron la vida cientos de prisioneros del campo.
Entre las múltiples funciones del campo de Mauthausen estaba el uso de la población reclusa como:
- mano de obra barata en las fábricas nazis de armamentos, minas y municiones;
- mano de obra para las cadenas de montaje del considerado como el primer caza reactor de la contienda: el Messerschmit Me 262;
- peones y granjeros en las explotaciones agrícolas limítrofes;
- trabajadores en un régimen de esclavitud en la cantera de granito del propio campo.
En 1940, el campo de Gusen, a una distancia de unos 5 km de Mauthausen, albergaba una población de reclusos semejante en cuantía al campo principal, llegando a superarlos en algunos momentos puntuales. Con el paso del tiempo, habría que sumar al total de prisioneros los que se encontraban en los subcampos de Ebensse y Melk.
Un gran número de estos prisioneros fueron usados para horadar el túnel de Loibl-Pass que facilitaba la conexión entre Eslovenia y Austria.
A medida que la Segunda Guerra Mundial sigue su curso, era cada vez más necesario el desarrollo y la fabricación de armamento, tanto convencional como secreto. En Mauthausen había una fábrica para ensamblar y producir el combustible de los misiles V2, conocidos por el sobrenombre de “bombas volantes” y que sembraron más terror que destrozos en el Reino Unido y en Bélgica. Por su parte, en Gunsen se montaba el avión Me262.
Si los prisioneros daban muestras de agotamiento o enfermedad por las condiciones penosas de vida a las que estaban sometidos, estos eran trasladados al campo central para su eliminación mediante las cámaras de gas o con inyecciones letales, terminando finalmente sus cuerpos en los hornos crematorios de Mauthausen.
Fue a partir de 1942, con la llegada de un contingente de prisioneros rusos, cuando las cámaras de gas y los hornos crematorios del campo de Mauthausen empezaron a trabajar a pleno rendimiento. Antes los prisioneros eliminados eran trasladados al castillo de Hartheim, donde desde 1940 llevaba en funcionamiento una cámara de gas y un pequeño horno.
Heinrich Himmler en Mauthausen de visita en 1941
La población de reclusos que más sufrió y padeció las consecuencias de este internamiento fue un grupo numeroso de judíos holandeses y húngaros. Sus guardianes de las SS los arrojaban desde el muro en lo alto de la cantera de granito para que se estrellaran contra el suelo. Si a estos episodios unimos las condiciones de vida inhumanas a los que eran constantemente sometidos, no es de extrañar que la mayor parte muriera antes de terminar la Segunda Guerra Mundial y poder ser liberados por las tropas aliadas.
A la vez que la guerra tocaba a su fin y para evitar su liberación por las tropas vencedoras, otros 20 000 prisioneros de otros campos fueron trasladados a Mauthausen. En total se calcula que 235 000 prisioneros pasaron a lo largo de la Segunda Guerra Mundial por este terrible complejo. Una mayoría de esta población interna fue obligada por sus carceleros a realizar trabajos forzados y unos 120 000 murieron asesinados de forma directa o indirecta debido a las pésimas condiciones de trabajo y de vida sin una alimentación adecuada, ni asistencia médica mínima para combatir los accidentes y enfermedades.
En septiembre de 1944 llega un grupo de prisioneras procedentes del campo de exterminio de Auschwitz que van a ser el origen de la formación de un nuevo campo de mujeres, junto con otras prisioneras y niños procedentes de otros campos nazis: Bergen Belsen, Ravensbrück, Buchenwald y Gross Rosen.
Mauthausen pasaría también a la Historia también por ser el campo de concentración de los españoles. Loa cautivos republicanos comenzaron a llegar al campo de concentración el 6 de agosto de 1940, procedentes de los campos de prisioneros de la Francia ocupada por las tropas alemanas, en vagones de carga, sin condiciones higiénicas y totalmente hacinados. Eran combatientes exiliados en Francia después de perder la Guerra Civil Española (haz clic aquí para obtener más información). Se calcula que, entre 1940 y 1945, alrededor de 7 500 españoles estuvieron prisioneros en Mauthausen. Solo unos 2 500 vivirían para contarlo.
A partir de 1943, los republicanos españoles que seguían llegando lo hacían por su pertenencia a la Resistencia francesa. De los cerca de 35 000 españoles participantes en la Segunda Guerra Mundial, unos 10 000 en total terminaron prisioneros de los alemanes y sufrieron en sus propias carnes las consecuencias de su internamiento en los distintos campos de concentración nazis.
Los deportados españoles pronto dejaron su impronta en el campo de Mauthausen y este comenzó a ser conocido por el sobrenombre de el campo de los españoles. Con coraje se granjearon el respeto y la admiración del resto de prisioneros e incluso de algunos de sus guardianes.
Su organización interna sirvió para salvar muchas vidas de prisioneros, a la vez que recopilaban pruebas que más tarde serían usadas en los juicios contra los altos jerarcas nazis, logrando el castigo de muchos por sus crímenes de guerra durante la Segunda Guerra Mundial.
El 5 de mayo de 1945, las tropas americanas llegaron a las puertas del campo de Mauthausen y, a pesar del horror que se encontraron en su interior, las enseñas nazis habían sido totalmente reemplazadas por numerosas banderas republicanas y una gran pancarta colgaba a modo de bienvenida a la entrada del campo y rezaba así: Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas liberadoras. Para muchos españoles esta alegría fue efímera, pues no pudieron regresar a su patria por haber militado en el bando perdedor de la contienda española de 1936, teniendo que partir al exilio en otros países de acogida como Francia y México.
Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas liberadoras de Mauthausen
El 9 de mayo de 2010 se conmemoró el 65.º aniversario de la liberación del campo de Mauthausen y en una serie de emotivos discursos las autoridades políticas del momento se pronunciaron para que nunca más se vuelva a repetir un suceso similar y no caiga en el olvido de la memoria colectiva el horror y los crímenes de lesa humanidad cometidos por miembros del aparato represor nazi.
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