Horrores postapocalípticos presenta:

Publicado el 16 noviembre 2014 por Vanessa Vanessa Guízar Marín @PortalEspejo

Los espíritus sufrientes del purgatorio social.


Si pones suficiente atención -y si no, se asegurarán de que lo hagas- podrás escuchar sus lloros desconsolados por los pasillos de las oficinas, escuelas y supermercados, o leer sus desgarradoras penas escritas, tal vez no en el vaho de algún espejo, pero sí en el Twitter. Estos pobres individuos, que ningún mal han hecho a nadie, se tienen que enfrentar día con día a ofensas que, de tan insignificantes, hieren como metralla. No obstante, no te preocupes por ellos, pues lucharán hasta el fin por hacernos entender lo desconsiderados que hemos sido, pero, sobretodo, por quitarle el puesto a tus causas, porque eso de la defensa de los derechos humanos y de chillar por cosas graves e importantes es tan melodrámatico y como de los 70's, más si consideramos que hay tanta bobada por la cual ofenderse y molestarse, como...

EL FUMADOR EXILIADO


Un pobre hombre sufre confinado al patio trasero de su casa, a medio metro de donde se encontraba antes.


























































































































¡Abuso atroz! ¡Atropello a la libertad!Todo un grupo de seres humanos condenados al ostracismo durante quince minutos, máximo veinte, sólo por un legítimo gusto personal, que a nadie nos compete juzgar. Considera, lector, la situación tan indignante: encima de tener que tolerar durante años el fastidio de las personas irrespetuosas tratando de comer mientras ellos fuman, y a esos alérgicos al humo, con sus insufribles vías respiratorias inflamadas, ojos llorosos y migrañas, ahora resulta que ellos sí tienen derecho a respirar, mientras que los fumadores tienen que pasar por el inconveniente de caminar cinco pasos a la ventana o balcón más cercano, o aún peor: salirse a la calle o al patio, en el inclemente clima templado que suele hacer, y con el smog tan terrible que dañará sus pulmones delicados sin remedio. Lo peor, sin embargo, son las madres aprensivas que insisten en tener al niño en una burbuja. ¡Déjenlos enfrentarse a la vida!, o mejor que se salgan ellos a la calle, con toda la seguridad que hay. Además, ¿quién no disfruta el delicioso aroma del místico incienso de nicotina, amoniaco y otras sustancias que se usan para quitarle el sarro al excusado? Seguramente la respuesta es: esos pesados ancianos y enfermos, que misteriosamente sí pueden aspirar y ponerse hasta las chanclas con su tanque de oxígeno enfrente de quien sea, y en cualquier interior. ¿Por qué la diferencia y discriminación? No es posible que hayan creado una ley tan arbitraria en contra tuya, ciudadano de bien, que trabajas tan duro para gastarte gran parte de tu salario, sustento de tu familia, en cajetillas.

El rostro del egoísmo monstruoso.

LAS CRIATURAS SON PRIMERO

Es la historia de un amor como no hay otro igual...

Nada se compara a la emoción de comprar las chambritas, y esas pequeñas camisetitas tan tiernas, hasta del equipo de fútbol consentido, la carreola, la camita y la tina, moñitos para el pelo, el cepillo minúsculo y toda su comida de un mes, mientras se preparan para la llegada del nuevo miembro de la familia... Alfombrita de Pulgas. Bueno, Señorita Condesa de Pulgas, para ti. Pero la felicidad se oscurece cuando los humanos, esos seres perversos que siempre tienen segundas intenciones, critican que traten mejor al perro que a sus hijos. Faltaba más, si la criatura desvalida descendiente de los lobos que puede sobrevivir sola en un basurero o bosque necesita de ellos, mientras que a los hijos hay que hacerlos independientes. Además, los niños son insoportables, todas las ex-compañeras de la prepa con las que se reúnen en el café ya saben de memoria el calvario que se pasa con ellos, y cualquiera tiene claro que no hay mejor momento que cuando se acaban las vacaciones, porque nos lo han dicho cada verano e invierno unas diez veces. Mientras tanto, Alfombrita siempre estará allí, sin hablar ni tener emociones complejas, desafiar nuestro intelecto o creencias, con su amor incondicional, que lo único que pide es que la alimenten, acaricien, bañen, limpien su caca hasta el final de sus días, la lleven al veterinario, le quiten las pulgas, cepillen su cabello y le lancen la pelotita babeada que apesta a muerto, porque si no hiciéramos alguna de esas cosas nos odiaría, con justa razón, y porque por supuesto que esa es la definición de amor incondicional. Qué desafortunada actitud la de censurar la noble labor de cuidar a un ser vivo, que, a diferencia de un humano deleznable, jamás haría la guerra o construiría una bomba atómica, así como tampoco sería capaz de escribir un libro, crear un medicamento contra el cáncer o una computadora. Si un día se come la cara de su dueño después de que sufrió un desmayo, es su instinto, hay que recordar que es un animalito, pero en cambio el mocoso sí es consciente de lo que hace, y ya tiene media hora exigiendo que escuchen lo que le pasó en la escuela, y no es posible que no sepa que los tiene hasta el copete. Seguro van a tener que pasar por el suplicio ignominioso de llevarlo al parque o al cine el fin de semana, pero no olviden su correa, o es capaz de correr detrás del carrito de algodón de azúcar. Por supuesto, lo peor que estas buenas almas tienen que enfrentar es al bebé llorón. Jamás debieron acostumbrarlo a los brazos, además ¿qué no ve que la mamá está acunando a Alfombrita para su siesta de la tarde, en la cual sueña que puede corretear a un gato, chapotear en el retrete y ligarse al french-poodle buenísimo del vecino, como cualquier perrita normal, en lugar de tener que cubrir sus carencias afectivas y vestir un suéter cuando ya tiene pelaje? 

¡Es tan demandante y mañoso!


LA PERSONA SERIA Y RESPETUOSA.

Un muchachito formal toma nota de todas las ofensas que le has hecho para acusarte con tu mamá.

La comedia existe desde tiempos inmemoriales, cuando en la antigua Grecia irrumpieron escritores de lo jocoso como Aristófanes y Menandro, pero ¿a costa de qué? ¿de burlarse de la condición humana? ¡Qué groseros! Una persona que se precia de seria y respetuosa no puede más que sentir indignación cuando alguien hace mofa de lo que sea, porque la risa es lo más espeluznante que alguien puede provocarle a otro. No significa que no tengamos sentido del humor, podemos carcajearnos hasta que nos arda la mandíbula, siempre y cuando sea de algo que nosotros no somos o hacemos, de alguien que nos cae mal y, sobre todo, que no lo consideremos políticamente incorrecto. Se deben tener límites. La farsa del Casanova que no puede contener su libido, qué simpática, mientras sea heterosexual, y de razas, mejor ni hablamos, a menos que te burles de tu tez de pollo desplumado, porque eso sí que es hilarante. Si alguien no entendió un sarcasmo obvio, a un grado en que la gente empieza a sospechar que tiene síndrome de Asperger, la solución más congruente es que, a pesar de que la mayoría se esté desternillando, en consideración a un ser susceptible se suprima para siempre ese tipo de humor tan engañoso, que además es de amargados. El pastelazo, en cambio, será estúpido, pero inocuo, y nunca ofensivo, a menos que seas cremor tártaro, porque entonces sí no hay derecho. Por supuesto, no nos confundamos, la mesura en la comedia sólo debe aplicarse a la ficción, en especial a los géneros de lo grotesco. Por ejemplo, lo que ahora llaman bullying son sólo bromas inocentes que siempre se han hecho los jovencitos, tampoco hay que caer en el terreno de la exageración, porque ¿qué sería nuestra infancia sin unos cuantos crímenes contra la integridad moral y física?

El año pasado, esta mujer insensible recibió una demanda millonaria por parte de la comunidad de bizcos orejones con choque anafiláctico, y de la de defensores de la dignidad de los chimpancés.

LA FINA, ESPECIAL Y DELICADA JOYA INVALUABLE DE OCCIDENTE.

La princesa que todos aman perdona condescendiente que no hayan colocado su alfombra roja, y levanta su piecito grácil para facilitar que reparen su error.

Existen, y con eso basta para que su presencia sea invaluable para cada uno de nosotros, y que tengamos que prepararnos para recibirlos con fanfarrías y modificando nuestra personalidad cada vez que nos hacen el favor de entrar por una puerta.Tener los medios para ir a la escuela, un smartphone y oler a shampoo de frambuesa -todos financiados por mamá y papá- son los méritos ciudadanos que necesitamos, y si encima tiene sentido de la moda, ¡qué pepita de oro nos hemos encontrado! Nadie lo puede negar o salir con sus rollos de aportaciones relevantes e igualdad, sin saber para sus adentros que es un envidioso y resentido social que, de tan ardido, ni la pomada le sirve. A continuación relataré un par de escenas que aconsejo leer con discreción, porque es posible que al lector le recorra un escalofrío de terror: 
Érase una vez una damita, de belleza poco notable, notas medianas en la escuela, demasiado rímel y una tez morena que ella dice que proviene de su ascendencia mediterránea y del bronceado en Ixtapa, que caminaba por un pueblo mágico con sus lindos zapatitos de tacón de quince centímetros, y  la adorable Señorita Condesa de Pulgas asomada a través de su bolso, el cual podía o no ser una copia de un diseño de marca, cuando de pronto se encontró frente a ella con un panorama inenarrable: un grupo de indígenas se preparaba para vender sus productos en la plaza. ¡No es posible! Ella estaba tan despreocupada hacía un momento, y de repente el montón de inditos se atreve a salir a la luz, en el pueblo donde nacieron y viven, para ganarse la vida. Arruinarle un paseo a la reina de lo poco provechoso, o peor aún, tener otra forma de vida, es imperdonable.
O esta otra: un infortunado mozuelo que le pega a su novia, cuyo abdomen y trasero hacen evidente que siempre olvida ir al gimnasio, pero que es indiscutiblemente bello y sensual porque tiene el cabello dos tonos más claro que la media y posee un auto, se ve obligado a la tortura indecible de citarse con sus amigos en una base de camiones urbanos. ¡Dios, qué olor! ¡Qué miseria! Nuestro joven amigo fruncirá afligido su pequeña naricita redonda y rosada, y exclamará por el celular: "¡Apúrate a llegar, que aquí está lleno de cerdos!", mientras revisa de arriba a abajo a un conductor de camión que -aquí vamos de nuevo con la misma necedad- comete la agresión de salir a la intemperie a hacer su trabajo. 

Este sinvergüenza osó transitar por su pueblo de origen mientras una bonita familia de buenos valores, que no sospecha que está menos instruida que él, vacacionaba allí.

Esas son algunas de las protestas trascendentales de hoy, y conminemos a que sigan adelante, pues seguramente muchas manos se alzarán para ellos:


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