Todavía se mantiene la estructura del casco antiguo alrededor de la Plaza de Ibiza y tiene un ensanche residencial. En el barrio también se encuentra el Parque del Laberinto de Horta, que es el jardín más antiguo que se conserva de toda la ciudad. Es un jardín de tipo neoclásico que se empezó en 1794 en una finca de los marqueses de Alfarrás. A orillas del parque se encuentra el velódromo de Horta, donde se disputaron algunas pruebas por los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992.
Pasaban de casa en casa gritando: ¿Quien tiene ropa para lavar?
Una vez recogida la ropa, deshacían su camino con una enorme bolsa a sus espaldas. Cuando llegaban a sus respectivas casas tenían que marcar la ropa para no mezclarla. A continuación separaban las prendas: la ropa fina se lavaba primero, lo más sucio al final. Luego remojaban la colada y la enjabonaban con un jabón casero hecho a base de restos de aceite. Después venían las tareas de enjuagar y golpear la ropa con una pala con el fin de sacarle lo más posible de agua. Finalmente sólo quedaba tenderlo todo para que se secara, planchar y plegar. El proceso terminaba el viernes, cuando devolvían las prendas a sus propietarios.
La calle que podemos todavía ver se llama calle Aiguafreda (Aguafria). Lleva bien su nombre ya que no hay que olvidar que a veces el agua estaba helada pero la ropa se tenía que lavar igualmente.
En los acontecimientos de tipo político y social de la historia contemporánea del barrio, podemos destacar la repercusión de los hechos de la Semana Trágica del 1909, cuando los sublevados se replegaron en torno a Sant Andreu y Horta y quemaron el convento de las dominicanas y la vieja iglésia de San Joan. El ambiente de los años veinte fue muy tenso y tuvo relevancia la Societat de Paletes d'Horta, de cariz izquierdista y anarquista (los albañiles de Horta gozaban de buen nombre en todo el llano de Barcelona). Después de los años oscuros de la Dictadura, cuando fueron clausurados el Centre Català y otros grupos y partidos políticos, la República aportó una avivamiento, reflejado en publicaciones como "La Vall d'Horta", "El boletín" o "La Peira". El carácter residencial hizo que la población presentara una relativa normalidad durante la guerra civil (los primeros incidentes tuvieron lugar en las calles Fulton y Horta, a causa de la FAI, que ocupaba la masia de Can Querol) y la postguerra fue igualmente tranquila hasta la llegada de la gran oleada immigratoria de los años 1950-60, que comporta unas grandes transformaciones sociológicas.
Desde 1845 hasta el inicio del siglo la población pasó de 1.885 habitantes a 6.035 habitantes y muchos propietarios de masias y terrenos vendieron las propiedades como solares para la construcción. Después de 1904 se empedró la calle Major (desde la riera de la calle de Castelló) y se urbanizó la plaza Eivissa, que ha desplazado a la de Santes Creus como centro urbano. Las calles más características de la parte antigua son la Rambla de Cortada, la calle de Feliu i Codina, Salses, Canigó y Mestre Dalmau. La sustitución de las casas de planta baja por bloques de pisos ha representado, además de la pérdida del carácter tradicional, una densidad demográfica que ha hecho insuficientes los equipamientos.
La iglesia parroquial de Sant Joan de Horta tuvo el primitivo emplazamiento al lado de Can Cortada (queda el nombre de calle de la Esglèsia)