Armando Cotarelo 16
33770 Vegadeo (Asturias)
Habitación: El Calero
Fecha de entrada: 18/07/2020
Ubicado en el mismo corazón de este pequeño pueblo fronterizo con Galicia. A un paso de la plaza del Ayuntamiento, de la Parroquia y de los pocos comercios, bares y restaurantes que sobreviven en la villa. En una calle adoquinada y en fuerte pendiente, rodeado de algunos edificios abandonados, encontramos este moderno edificio encalado en color marrón con una gran puerta doble en blanco. Dos alturas, balcones de aluminio blanco a la calle con barandillas de forja negra y tres mástiles con banderas. Frente a la puerta hay un pequeño hueco para dejar el coche y descargar el equipaje.
Tras la puerta de madera, hay un escalón que nos deja en un estrecho recibidor en cristal y madera con una tupida alfombra. La puerta que allí hay se cierra por las noches y la llave de la habitación incluye otra que permite abrir esta. En el cristal, un cartel avisa que si la recepcionista no está disponible, se llame a un número de teléfono. Tras esa puerta, entramos en la casa, y una joven y simpática recepcionista sale a acogernos. El espacio al que entramos es de corte rústico, con poca luz, no en vano estamos en Asturias. Suelo de piedra, paredes en verde botella con grandes zócalos de piedra, luces puntuales en un techo de madera. Muebles antiguos en madera y cristal, colgadores y percheros. Frente a nosotros, la ancha escalera de madera con barandilla de metal que sube a las habitaciones.
A la derecha, un aparador, con un espejo y algunas flores secas. A la izquierda se abre la recepción. En primer lugar un escritorio de madera de corte antigua donde se realiza el registro de llegada y se paga a la salida. Detrás del escritorio, una silla de despacho. Delante, dos. En la pared, ventanales de madera blanca cubiertos con visillos. Algunas mesas auxiliares con lámparas de pie y pantalla de tela. Frente a la mesa, cerrado por un biombo, el acceso al comedor de desayunos. A la izquierda de la mesa hay un sofá con dos sillones, recubiertos con mantas y cojines, una librería con libros de y una chimenea que se enciende en invierno. La sensación es acogedora y cálida, pese al día destemplado que hace fuera.
Tras la puerta caemos directamente en el dormitorio. No es grande, pero tampoco pequeño. Toda la pared del frente está cubierta por ventanas de madera blanca protegidas por visillos y por dos largos estores que tratan en vano de ocultar la luz de la mañana. Las vistas son a un patio interior amplio arriba y a una pequeña terraza ajardinada que tiene el hotel en la planta baja. Silencio y tranquilidad. Sólo molesta por la mañana el canto de los pájaros y la luz que se cuela en la habitación por detrás del estor. Paredes pintadas en tono crudo. suelo de madera limpísima y techo muy alto, en madera algo abuhardillado.
En el centro de la habitación está la cama. Ancha para ser individual, estrecha para ser doble. En cualquier caso muy corta, especialmente para los que somos de tamaño xxl. El colchón aunque es cómodo, se nota que ha pasado ya algunos años. Sábanas suaves blancas y una suave colcha blanca. El cabecero, anclado a la pared es de sencilla forja negra. A cada lado, sendas mesillas altas, de madera, de corte rústico, con un pequeño cajón y una balda. Sobre ellas, hay interruptores para apagar las luces y un enchufe disponible. La luz de la habitación se reduce a un punto de luz en el techo y tres apliques de metal y cristal a juego: dos sobre las mesillas y otro en la pared junto a la puerta del baño. Tres láminas enmarcadas constituyen toda la decoración de la habitación. No hay minibar, y se hecha en falta el aire acondicionado en los pocos días que el calor escala el termómetro. Bajo la ventana hay un radiador.
Otra puerta de madera con un pomo de metal y porcelana blanca nos ofrece el acceso al baño. Detrás de la puerta queda una ventana más, igualmente en madera blanca y con visillos blancos. Suelo de gres porcelánico en vivos colores, y paredes alicatadas en baldosas cuadradas en color granate con unas cenefas a media altura con motivos vegetales. El lavabo, exento y generoso aparecer anclado sobre una mesa de madera. Sobre la blanca porcelana del mismo se ofrecen dos vasos de cristal, y una pequeña cesta de mimbre con las amenities: una pastilla de jabón, dos botes de gel, uno de champú, un gorro de baño y un lustrazapatos. Encima del lavabo hay un espejo y a su lado, en la pared, un aplique de luz -que junto con un punto de luz más fría en el techo iluminan la pequeña estancia- y un secador de pelo de escasa potencia. Caudal, presión y temperatura funcionan bien, aunque el chorro que expulsa el grifo resulta algo irregular.
Por la mañana el desayuno se sirve en el salón situado junto a la recepción. Una cariñosa, atenta y servicial señora nos ofrece café líquido pero no excesivamente malo, zumo de naranja recién exprimido, cereales, tostadas de rico pan, bizcocho, mantequillas, mermeladas, alguna pieza de fruta, tomate y aceite. Tras el desayuno, en la recepción el trámite de salida es muy rápido. Pagamos. Nos preguntan por la continuación de nuestro viaje y nos ofrecen un par de botellas de agua frías para hacérnoslo más cómodo.
Calidad/precio: 7
Servicio: 8Ambiente: 7.5
Habitación: 6.5
Baño: 7
Estado de conservación: 8
Desayuno: 7.5