El hotel elegido fue el RH Porto Cristo, un moderno hotel que se ha reformado hace unos pocos años en primera línea de playa. Su situación en la Avenida Papa Luna, concretamente en su inicio, a escasos metros del casco histórico de la población.
El hotel
Al RH Porto Cristo se accede a través de la elegante terraza, presidida por una barra de temporada, desierta en esta época del año, pero que, unida a la vecina piscina, crea un ambiente muy acogedor durante el verano. La puerta del hotel enfrenta a esta barra, y una traspuesta, llegamos hasta el mostrador de la recepción.
En unos minutos tenemos listos los papeles de la habitación, que ya está lista y preparada desde algo antes del medio día. Es pequeña, pero suficiente, y tiene una pequeña terraza, desde la que se ve la imponente figura del peñón y el castillo del Papa Luna y un buen trozo de playa.
La sorpresa nos la encontramos en la cama, en forma de dos elegantes cisnes formados con las toallas y bombones escampados por ella. La botella de cava, nos informan, la subirán en el momento en que la solicitemos. Un punto a su favor, ya que en otros lugares dejan la botella al llegar, y puede no estar lo suficientemente fresca en el momento de consumirlo.
La comida no la hicimos en el hotel, ya que teniendo un poco de tiempo, decidimos acercarnos al casco histórico, pasear por sus calles y perdernos por esos rincones con historia. El viento hizo que prácticamente estuviera todo vacio, y pudimos pasear por Peñíscola con una tranquilidad que no se encuentra a partir de mayo.
En el acceso a la ciudad, hay varios restaurantes, desde los que salieron los responsables a "captarnos" para comer. Obviamente, salimos escopeteados de la zona. No hay nada más desagradable que tener que ir esquivando a los camareros que te "invitan" a entrar al local, utilizando normalmente técnicas de acoso y derribo. La llevaban clara con nosotros. Habíamos estado en Marrakech poco antes, y allí supimos escaquearnos. Estos, eran aficionados a su lado.
El casco histórico estaba desierto, y el viento no invitaba a pasear demasiado por las calles vacías. El Bufador estaba en plena actividad, dado el oleaje reinante en el mar, y se podía escuchar el sonido a través del agujero excavado por el agua en la roca.
Bajamos por el lado opuesto del pueblo y volvimos a la zona de las terrazas donde nos abordaron al subir. Habíamos visto los menús de todas ellas al subir y sabíamos que en todas había un menú por 9,5 euros, seguramente pactado por todos los restaurantes, y nos sentamos en el que nos pareció más adecuado, ya que era hora de comer y teníamos hambre.
La comida
Restaurante La Marinera - Minube.com
La Marinera tiene una terraza exterior, pero nos situaron en el salón interior. Elegimos el menú turístico, en el que no entraba la bebida, pero que estaba bastante bien. Como primeros elegimos pescado frito y mejillones a la marinera para compartir, y de segundo una paella de marisco.
Para beber pedimos un rosado fresquito, que resultaba bastante suave al paladar y dejaba un suave regusto frutal muy agradable. No pensé en mirar la marca, la verdad.
La paella estaba algo dura y con caldo en el momento de servir, pero en unos minutos acabó absorbiendo todo el caldo y nos gustó. Sin la mejor que hemos probado, estuvo bastante correcta. De postre, elegimos crema catalana y membrillo con queso mascarpone, algo escaso, y nueces.
La cuenta subió a 37,5 euros, bastante correcto, teniendo en cuenta que ni vino ni postre entraba en el menú. El servicio fue también correcto y no tuvimos que esperar demasiado.
El Spa del RC Porto Cristo
El horario de apertura es de 10 de la mañana a las 8 de la tarde, de manera ininterrumpida, aunque se puede reservar el spa a partir de las 22:25 para toda la noche por 25 euros, y con una botella de cava, por 10 euros más.
La cena
De primero elegimos escalibada catalana, que resultó ser un pincho, y espárragos trigueros a la plancha, presentados en un plato de pizarra rectángular. De segundos, muslos de patos al oporto y costilla de cerdo a la barbacoa. Todo con raciones correctas y muy buenos. El vino fue, otra vez, rosado fresquito y los postres, brownie con helado y dos bolas de helado de frutas del bosque.
La bebida no entraba en el menú, y pagamos 17,5 euros aparte, con el café. El servicio es correcto, aunque el restaurante es un poco pequeño. Solucionan este inconveniente aprovechando la zona frente a la barra con mesas altas, en las que los comensales se sientan uno junto al otro, y no enfrente.
Largos bancos con una especie de colchón sustituyen a parte de las sillas y favorecen la ubicación de los comensales. Eso sí, con todo, el espacio está muy justo y las mesas están demasiado juntas y es complicado moverse por ellas.
De todas maneras, es un buen restaurante en el que se puede disfrutar de una buena cocina y una carta de vinos muy recomendable.
Desayuno y check-out
El desayuno se sirve en el restaurante del hotel, y es un buffet libre de bollería, cereales y salado. Café, zumos de brick, agua y leche (fría y caliente), conforman las bebidas del desayuno, que está bastante completo.El check-out fue también rápido, sin problemas y la amabilidad del personal hizo que la estancia fuera bastante agradable. No pudimos disfrutar de la terraza chill-out situada en la azotea por motivo obvios, pero en verano, y sobre todo en primavera, debe de ser agradable disfrutar de un cóctel con las vistas del castillo a unos metros.