Tarifa: 50€ (SA)
A la entrada de la población, a pie mismo de la carretera, rodeado de algunos solares todavía sin construir, en un edificio exento, rectangular, de tres plantas recubiertas de placas de hormigón y con una enorme H con tres estrellas en su tejado hallamos este establecimiento hotelero. En su misma puerta encontramos dos plazas de aparcamiento para vehículos eléctricos, y algunos otros huecos para estacionar nuestro vehículo. Junto a la puerta, de aluminio blanco y cristal hay un rótulo con el nombre del hotel al que le falta una letra. Tras la puerta accedemos a un espacio rectangular con paredes en color rojo chillón, suelos de mármol y techo muy alto. A la derecha hay un espacio con media docena de butacas cuadradas con cojines en tonos rojos, algo desordenados, algunas plantas y enormes ventanales a la calle que lo llenan de luz, pese a estar protegidos por unos estores de tela de color amarillento. A la izquierda, justo antes de las escaleras, encontramos un pequeño mostrador, de madera blanca con detalles dorados y molduras. Sobre él una contundente mampara de metacrilato y una lámpara de metal y tulipa en tono crema. Una joven sale de una puerta ubicada tras las escaleras, que están allí mismo y viene a atendernos. Nos pide el nombre y apellidos y el número de DNI y lo anota en una hora de registro que luego nosotros firmamos. En cuestión de segundos está hecho el check in y nos entrega un pequeño llavero de plástico rojo en forma de tarjeta, con una llave normal. Nos explica que al wifi, que funciona correctamente, hay que conectarse con una sencilla contraseña.
La sensación, aunque es moderna y cuidada, sobre todo destaca por ser demasiado kitsch, y algo calurosa porque el aire acondicionado no termina de actuar con eficacia. Seguimos de frente hacia el ascensor, de puertas metálicas y con paredes llenas de marcas de adhesivo de los carteles que se han ido colgando en las paredes. En ese momento siguen colgados algunos carteles con orientaciones y recomendaciones sobre el Covid. Las puertas se abren, un piso más arriba ante un pasillo de luces frías, que se encienden automáticamente con detectores de presencia, y suelo de porcelana en color arena. A mitad de pasillo, como descolocada, hay una repisa con algunos folletos y revistas.