Aunque muchos ya lo intuían, aunque el exceso de temporadas sabemos que tiene efectos contraproducentes en las series de televisión, y aunque a muchos no fastidie, la última temporada de House no ha estado a la altura de las circunstancias.
Esta temporada no ha tenido apenas nada de esto. David Shore y sus guionistas no ha querido. O no han podido. No podemos descartar como causa la indecisión de la cadena (de hecho, el otro caso conocido es el de Fringe, no ya esta temporada sino la anterior, donde la misma Fox mareó la perdiz hasta el último momento, afectando a la serie).
Aun así, ya en el primer capítulo de esta octava temporada se desvelaba que la deriva de House no iba por el buen camino de todos modos. Que no lo llevaba desde hacía varias temporadas.
Twenty Vicodin comenzaba de forma esperanzadora. Siendo lógica. Con una coherencia tan rotunda que conducía al protagonista nada menos que una nueva localización: la cárcel. Era la consecuencia esperable a lo visto de su evolución hacia el final de la temporada anterior. No ya su reacción a la ruptura con Cuddy, sino aquella decisión de volver a su dosis de droga y autodestrucción.
Empezábamos en la cárce... y ahí quedaba todo. Sea por cuestiones de producción, por comodidad, incluso, tal vez, por creerse que la mitología del personaje requiere de un único escenario, Twenty Vicodin, por tanto, era al cabo tan arriesgada como lo era Broken (06x01). Esto es, sólo aparentemente arriesgada.
Y como Alberto Nahum, de Diamantes en Serie, ya supo ver aquel 06x23 (Help Me) cerraba con una posibilidad de redención y hasta un poco de esperanza. La serie podía haber concluido ahí. Sin cerrar todas las preguntas. Sin que supiéramos si Cuddy ayudaría a concluir ese proceso (por fin) de cambio. Bastaba.
No fue así. ¿Qué mas había que contar, en la séptima? Las posibilidades, infinitas, por supuesto. En cambio, se regresaba a la senda del “no puedo cambiar”, y a que ello le guiara, otra vez, al camino ya conocido de la autodestrucción…
Incluso si hubiera sido así, también hubiera sido, es posible, un cierre consecuente. House volvía a las andadas. Era su condena. O su decisión consciente. Punto. Final.
Pero no. Y estas extensiones forzadas han sido en detrimento de la calidad de la serie.
En defensa de esos dos capítulos que mencionábamos (Broken y Twenty Vicodin) diremos que los cambios radicales no son habituales en las series, y, menos, en las series en cadenas en abierto. ¿Iban a gastarse un montón de dinero en nuevas localizaciones, el psiquiátrico, la cárcel? Sin embargo, en el caso de House, es detectable una contradicción. Ya en la cuarta temporada la serie de Fox se atrevía a un paso adelante, relativo, pero que sí afectaba a la ficción en conjunto. Se cambió el elenco principal; entraron nuevos personajes que debían atrapar nuestra atención e interés.¿Por qué, entonces, la producción sí soportaba, según sus creadores, que se incrementarán los costes en casting? ¿Por qué, en cambio, ahora (o cuando empezara la sexta temporada) no pudieron arriesgarse a proseguir con House en la cárcel o (cuando empezara la sexta temporada) en el psiquiátrico?
Puede que la huelga de guionistas afectara a aquella cuarta temporada que tan irregular pareciera. Sin embargo, algunas decisiones posteriores no parecerían tan fácilmente excusables. Añadieron nuevos personajes pero tampoco se decidieron a deshacerse de los antiguos. Lo parecía, en el final de la tercera, pero sólo fue (ya veremos que es rasgo común) un amago. Ese tipo de indecisiones es, quizá, lo definitorio del problema principal de House.
Cada vez que se ha amagado con una verdadera vuelta de tuerca, luego se indicaba que en verdad lo temían demasiado.
Lo mismo vale para la octava temporada. Twenty Vicodin creaba nuevos problemas, y nuevos oponentes. El doctor House no podía mostrarse tan caústico en un ambiente carcelario.
Pero no, claro. Los guionistas no osaron romper la estructura de episodic plots, de a caso por capítulo. Al final salía de la cárcel. A diferencia de aquel especial (por su duración) Broken, es cierto que esta vez los acontecimientos no se precipitaban. Allí, el enamoramiento de House por el personaje interpretado por Franka Potente iba demasiado rápido, por una mala elección del momento en que comenzaba la ficción. O porque esa historia requería más capítulos.
Aquí, comienza en su momento acertado; a apenas una semana de que House salga en libertad condicional. Ahora bien, que, como estructura interna sea correcta no hace que, en cuanto a parte de la superestructura general de la serie, no fuera todo un poco… fácil.
David Shore, tal vez, confíe en que los espectadores aficionados a la serie seamos igual que los que rodean a su criatura: que perdonemos siempre a House. Y no. No podemos. Y hay todavía bastantes más razones para ello. Las seguiremos viendo.