House, y su última temporada sufre justamente de su necesidad de 23 capítulos. La estrategia del episodic plot, tramas autoconclusivas, con una background plot o subtrama general pero que sea “blanda” funciona bien para series como Person of Interest. House nunca fue así. No, con un protagonista tan fuerte. No, con un protagonista que era precisamente la seña de identidad de la serie. Claro que la distancia entre seña de identidad y fórmula a lo mejor es escasa.
David Shore y sus guionistas han probado que son capaces de guiones con un nivel muy decente. La introducción del personaje de Park −ridícula, extravagante y hasta creada con sus peculiaridades físicas y de atuendo (fíjense en cómo anda)− es una de esas pruebas. También ha sido interesante el retorno de Dominika, como tentación para que House volviera a tener un interés amoroso.
El problema ha sido de estructura y, como ya vimos, de valentía.
Aunque fuera cierto que Fox hubiera esperado hasta tan tarde como el capítulo 18 o 19 para decidirse a cerrar la serie, los guionistas han hecho esta temporada borrón y cuenta nueva. Han olvidado lo sucedido justo antes (la prisión, la pérdida de Cuddy) en cuanto a su efecto en House: han roto la continuidad. No es un error menor. Y han ejecutado la mayoría de los capítulos como si aún fuera posible mantener esa estructura de casos que se abren y cierran.
Por supuesto que ha habido casos interesantes. Lo era, por ejemplo, el 08x18 (Body and Soul), retomando ese otro subtema presente en toda la serie de la guerra entre medicina/razón y fe/religión. Tomados apartes, capítulos como éste ofertan aún una calidad destacable.
Pero no insertado en el “gran libro” que es la serie.
Mientras los expertos deciden si es válido o no quedarse solamente con algunos capítulos, lo cierto es que el seguidor paciente a una serie como House se encontrará con más de una frustración.
Y, de pronto, llega un capítulo como el 08x19. La mejor demostración de que David Shore y su equipo de guionistas sigue escribiendo grandes momentos, y parándose en los personajes, cuando deben, y de formas muy pensadas. Puede que la decisión de que ambas subtramas sean tan intensas (el caso que tratan en el hospital es de una niña, y dos padres enfrentados en cómo afrontan que, además de la sintomatología actual, su hija tiene un defecto genético) sea arriesgada para el guión. Pero se dan momentos que es probable que queden para la "Historia" de la serie.
Como cuando Wilson se preocupa de que House pueda quedarse sin Vicodinas, porque se les está dando mientras dura esta especie de cura intensiva contra su cáncer. House lo niega. No pasa nada. Tiene de sobra...
Sólo los momentos en que se nos permite que veamos, y sintamos, lo que pasa por la mente de House, viendo a Wilson en este estado ya engrandece la historia.
A continuación, sólo los espectadores veremos la verdad. House se dirige a la cocina, y comprueba cuántos Vicodinas le quedan. Y entendemos (y lo que es mejor, lo hacemos mediante una imagen). Ha mentido a su amigo. No tenía pastillas de sobra.
Y de hecho, no se toma una, para que duren más, por si Wilson lo necesitara. El gesto del actor en este momento comunica todo, y más, cuando es un matiz diferente al usual que le vemos a Hugh Laurie (puede que no sea casualidad; el capítulo lo dirigió él mismo). Después de ocho temporadas es lo que buscamos: un protagonista que, pese a un caracter fuerte y bien definido, tenga matices que lo contradigan.
Sin embargo, un capítulo bueno tan tardío aún puede frustrarnos más. Puede que la comparación con una novela no sea del todo apropiada, y que no podamos, tampoco, aplicar la idea de los Tres Actos a toda la temporada. Sin embargo, algo hay de sensación de prisa, de precipitación, cuando la subtrama general que une todo, y que iba a cerrar nada menos que toda la serie, empezaba tan tarde.
Eso sí, aún veíamos ideas estupendas. Como aquella escena donde House reunía a todos esos pacientes que pasaron por la consulta de Wilson, para convencerle de que luchara contra el cáncer. Era emocionante, aunque demasiado, propia de otro tono y otra serie… Pero los guionistas no se traicionaban. La escena pasaba, enseguida, a ser ridiculizada como otra de las maniobras de manipulación de House. No eran de verdad aquellos pacientes. Eran gente pagada por él.
¿Y qué hay del último capítulo? Ojo, que habrá spoilers.
Es comprensible que David Shore y sus guionistas hayan querido tirar de los elementos definitorios de la serie. Pero volvemos a lo mismo: un signo que define a lo mejor, por reiteración o por meterse con calzador, se convierte en una mera fórmula. Y algo de ello hay en esa especie de paseo que muchos personajes de diferentes temporadas pasan a dar, para su último adiós (curioso que no lo hiciera Cuddy; al parecer a los autores de la serie no les debió gustar que la actriz quisiera abandonar su papel). Uno tiene la sensación de que se trata más de una virguería que de una necesidad de guión.
Justo por empezar la subtrama tan tarde, tal vez todo aparezca un poco forzado. Un capítulo era poco tiempo para un cambio bastante complejo. Una trastada anterior de aparente poca importancia (y ahí los guionistas sí hilaron bien; daban ocasión a cierta sorpresa) hace que, ahora, House se enfrente a su vuelta a prisión. De ahí, pasa a darse cuenta de que ni Foreman ni el propio Wilson están dispuestos a dejar que se salga con la suya, y le salven. Pero ello implica que House no pueda pasar esos meses con su amigo, durante su cáncer. Y de ahí, un salto más: a esa idea de pincharse heroína a modo de huida.
Muchos movimientos, y muy apresurados, porque aún falta el desenlace. Así que ya llegamos a esa situación de alto peligro, en el almacén en llamas, con ciertas sensaciones contradictorias. Y que de pronto se acuda a lo de los fantasmas y apariciones… merecía mejor justificación. O más tiempo. Hay que tener en cuenta que ni siquiera es todo el desenlace.
Cuando contemplamos que tal vez House muera casi nos tienta perdonar a David Shore y sus guionistas. Pero no. Otro engaño. Otra valentía que no era tal.
Puede que la decisión final de House resulte satisfactoria, hasta que uno repasa los diálogos que tiene con esos fantasmas, antes. Le hablan de que persista en ser médico, porque, pese a todo, es lo que le motiva. Sin embargo, su “muerte” falsa le impedirá esto en un futuro.
¿Es por el autosacrificio por Wilson? ¿Era esa la redención definitiva del protagonista?
Lo curioso es que, con el tiempo, con mayor distancia (los finales siempre te dejan un tanto descolocado, si has sido "fiel" a una narración), los guionistas han optado por un camino intermedio que era casi imposible. "Casi" porque se han evitado los dos extremos que se anticipaban (Nahum también lo ha señalado en sus posts, más de una vez) durante toda la serie.
Pese a todo, House podía redimirse sin necesidad de volverse blando. Y lo hace mediante una opción que le cierra todas las puertas; que le impedirá ser quien era (o, al menos, hacer lo que hacía; es decir, medicina).
No está mal. Nada mal. Pero para cuando llegamos a esto, ha habido demasiados quiebros, demasiados casos que ya no nos llamaban, demasiados engaños por parte de los guionistas. Y probablemente nos sobraba hasta todo el episodio de fantasmagorías en el almacén.
Por tanto, sensaciones encontradas. Pero David Shore al menos se merece que le reconozcamos algo. Que quisiéramos seguir a House en ese futuro que se siembra en este último capítulo no es poco.