Hoy , el día fue superlativo tan sólo con pisar el bar. Hoy, abandono la idea de proyectar mis ideas con un proyecto condicionado por todas partes, y no de dicho lugar. Hoy, decido que este blog será para mí, mi rincón, y que sois bienvenidos, os guste o no. Hoy, os contaré lo dicho en la primera línea. Ya que hoy, conocí nuevo fútbol sin viajar. Hoy, se abrieron a mí, sin pagar. Hoy, el balompié me mostró su belleza sin entrar al templo -estadio- a alentar.
Me explico. Hoy, tras tanto buscar y desistir en encontrar, encontré la belleza del fútbol, que consiste en no buscarla, tan sólo en esperar. Busqué historias navegando, y no las encontré, y me di cuenta que nunca lo haré, a no ser, que lo haga en un barco. Y fue tan fácil con seguir a la mar, que me estaba acompañando en ya mencionado lugar, y no un mar de dudas, sino un mar de preguntas que a un diablo rojo e inglés le formularía sin parar. Británico correcto, que tras un par de cañas no cesaría en su acción de hablar. Hablaría cinco idiomas, pero ninguno lo dominaría tanto como el del fútbol, el único que el mundo entero se esfuerza por dominar. Hablamos y hablamos sin parar, tan sólo interrumpiéndonos algún que otro gol, que suele dictar más sentencia y silencio que la misma guadaña, y también alguna que otra jugada singular, inolvidable, porque siempre las hay y habrá, en cualquier lar.
Al finalizar, nos chocamos la mano y él, con gran amabilidad, decidió elogiar –con mal criterio- mis conocimientos futbolísticos y me deseó suerte para lo que me quedase por andar. Yo reí, y le deseé, la misma de las suertes, aunque él me dijese que no la iba a necesitar, porque lo hecho, hecho está –yo tampoco lo entendí, pero así fue-, quizás el ya jugó su primera parte en la vida, quién sabe, y con empatar, se podría contentar. Haciendo un amago de arrepentirse, me expresó, que el aceptar suerte nunca está de más, porque esta, siempre parece escasear. No os parecerá un artículo de destacar, pero mi intención, tan sólo fue expresar.
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