Hoy como ayer

Publicado el 03 agosto 2016 por José Luis Díaz @joseluisdiaz2
El tipo que traigo hoy a este espacio de citas veraniegas puede que sea el rey de los personajes más citados si de citas políticas hablamos. Da igual que lo que se cita proceda de su caletre, del de cualquier otro o sea cosa dudosa la paternidad de la cita en cuestión. Hablo de sir Winston Churchill, cuyos biógrafos aún se están preguntando de dónde demonios sacó tiempo para escribir todos los tochos de Historia que firmó y aún le sobró para ocupar varios puestos en la administración pública británica, incluido el de Primer Ministro de Su Graciosa Majestad en plena época de "sangre, sudor y lágrimas". 
No contento con todo eso se permitió además escribir unas memorias sobre la II Guerra Mundial de peso equivalente a las enciclopedias que teníamos que sostener de chicos, de rodillas y cara a la pared, cuando nos portábamos mal en la escuela. Por no hablar de los cuadros que también pintaba en sus "ratos libres" y que han corrido mucha peor suerte que sus citas: hoy nadie se acuerdo de ellos. 
Eso sí, los británicos, muy suyos ellos, le dieron la patada a pesar de que la contribución británica con él al mando fue decisiva para vencer a la Alemania de Hitler. Churchill fue todo un personaje, de esos que pasan a la Historia con mayúsculas, aunque no todo en él fue oro reluciente ni mucho menos. Uno de sus episodios más oscuros tuvo lugar en la India, en donde no hizo absolutamente nada para aliviar al menos la hambruna que acabó con la vida de 2,5 millones de personas en Bengala. Su cálculo pareció consistir en que los japoneses, que amenazaban con invadir aquel territorio, se lo encontraran vacío de toda vida y valor. 
Pero volviendo a sus frases redondas, Churchill  dejó para uso apropiado o inapropiado - eso depende de cada citador -  un buen ramillete de pensamientos, uno de los cuales es el elegido para esta sección veraniega. Describe a la perfección la actual situación política española y demuestra que el cortoplacismo y el tacticismo en política son males en gran medida inherentes al sistema democrático en todas las épocas, tanto en la de Churchill como en la de Rajoy (y perdón por la comparación)."El político se convierte en estadista cuando empieza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones"