Hoy me has faltado tú. Como tantos otros días, vale. Pero hoy un poquito más. Ha sido por nada en concreto, y por todo en general. Ya sabes, hay días en los que parece que nada fluye, que todo va lento y que simplemente mi sonrisa anda congelada. Quizás sea por esto de la ola de frío que amenaza con helarnos hasta las ideas.
El caso es que hoy era el día perfecto para salir del cole y escaparme a tu casa. Justo hoy he salido más tarde porque tenía reunión, así que habría ido directa y habría alargado hasta la hora de cenar. Nada más verme me habrías sonreído con tu mirada verde mar, feliz de tenerme para ti solo un rato, mientras poniendo tono serio a tu voz, habrías intentado convencerme de que me fuera pronto, a cumplir con mis obligaciones. Habríamos hablado un rato largo, hasta que me habrías llamado pesada por hablar tanto y tan rápido. Te habría abrazado fuerte, escondiéndome en tu cuello, y deseando que el tiempo parara para siempre, que nuestros ratos no acabaran y que te hicieras eterno. Me habrías mirado y, sonriendo, me habrías dicho: "Estás guapa", y yo te habría contestado: "Será la edad". Te habría mirado apagar tu cigarro, dejar tus gafas en el suelo, junto a las zapatillas, y tumbarte a descansar, como cada vez. Era uno de mis momentos preferidos porque respiraba paz. Habrías insistido, sufriendo por mi tiempo: "Noni, vete ya, tienes obligaciones". Y yo, sintiéndome pequeñita, te habría respondido: "¿Pero no ves que si vengo es por mí, no por ti, para tener un rato largo de calma?", deseando de verdad que el tiempo no corriera más y tener mil tardes más así.
Joder papá, te sigo echando de menos muchísimo. Necesito tus abrazos, tus consejos, tus broncas, tus miradas (esas miradas verdes, limpias, nobles, sabias y únicas), tus besos, el olor de tu cuello en cada abrazo, tus cigarros apagados en el cenicero lleno de agua, tus gafas en el suelo, tu taza preparada en la cocina para la mañana siguiente... Tu. A ti.
Y esta tarde habría sido perfecta para coger el coche y salir volando a tu casa, a refugiarme de este mundo loco, a dejar de ser la madre y volver a ser la hija, a sentir que puedo equivocarme una y otra vez porque aún estoy aprendiendo.
Pero, ¿sabes? al salir del cole y subir al coche he tenido que venirme a casa porque la tuya... La tuya está cerrada.