Hoy leemos... El Asombroso Mundo de Bernardo

Por Marvahe @lluviaalpasear


Los mejores recuerdos que tengo de mi infancia son aquellos en los que corría aventuras, no necesitaba de mucho, solo un poco de imaginación y de la complicidad de mi hermana. A veces imaginábamos que el extenso prado de mis abuelos era un océano que teníamos que atravesar a nado, muy a pesar de mi abuelo, porque le estropeábamos la hierba antes de la siega. 
En otras ocasiones trepábamos a las figares (higueras en asturiano), escondiéndonos en su frondosidad para no ser encontradas mientras tramábamos alguna trastada. Otras veces nos íbamos a recolectar moras, con el perro del vecino siguiéndonos los talones, un enorme mastín que no nos paraba de ladrar, y nosotras cual heroínas teníamos que luchar contra el monstruo que no nos dejaba ir a por nuestro preciado tesoro.
Experiencias y familia, son la base de los recuerdos de mi infancia. 
La primera vez que leímos en casa El Asombroso Mundo De Bernardo, editorial Beascoa, me retrotrajo inmediatamente a esos días en los que yo era una niña, y lo que más me gustaba del mundo era estar en casa de mis abuelos, correr por el prado y sentir la libertad de tener un mundo que descubrir e imaginar.

César Bona con su libro, no solo nos da la oportunidad de contarles una historia a nuestros hijos, sino que también nos envía un mensaje directo a los padres, nos recuerda la importancia de dejar a los niños experimentar, nos enseña que debemos ponernos sus gafas y mirar a través de ellas también. Volver a ser ese niño, compartir experiencias con nuestros hijos. Nos habla de la empatía, del valor incalculable de pararnos a pensar un poco en ellos, en olvidar las prisas al cruzar la puerta y dejar nuestra imaginación correr.
Al ponernos en el lugar de Bernardo, sentimos su frustración al no ser comprendido, nos vemos reflejados en esa vorágine de la rutina diaria en la que nos vemos envueltos los padres sin darnos cuenta y que nos dirige por inercia. Es un libro que nos hace meditar, de los que tras cerrarlo y arropar a nuestro hijo en la cama, nos sentamos en el sofá rumiando lo que hemos leído, en cómo aplicarlo a nuestra vida diaria y en la necesidad de ponernos esas gafas mágicas y ver la vida tal y como ellos la perciben.
En esta casa por ejemplo, y por decisión de A, ya nos hemos ido a pescar tiburones, con una red minúscula, en un día lluvioso, a través de senderos embarrados, pero cargados de ilusión, sonrisas y anécdotas que forman parte ya de nuestros recuerdos familiares. Si os preguntáis si pescamos algún tiburón, no fue el caso, la tormenta debió espantarlos de la costa, pero A llegó cargadito de caracoles en su red recién estrenada. Os dejo con unas fotos de nuestro paseo.
Espero que tengáis un buen fin de semana, cargado de nuevos recuerdos.