Nosotras nunca hemos sido muy aficionadas a este deporte, pero esta vez la ocasión lo requería, así que nos equipamos y nos lanzamos a esta dulce aventura.
Comenzamos la excursión por un valle llano, tan llano como un bizcocho de chocolate relleno de crema. Nada que no hubiéramos superado anteriormente en un montón de ocasiones...
La ascensión fue dura, como siempre lo es en estos casos...
Sufrimos de agujetas a la hora de modelar la cabeza. Mezclando restos del bizcocho con nocilla rebajada con leche obtuvimos una masa consistente, que nos permitió hacer una bola sobre la que colocar un casco de fondant. Sudamos al recortar los detalles y el logotipo de Mammut, que colocamos en el frente del casco.
Fue grande el esfuerzo que soportamos, pero poco a poco íbamos viendo cómo tras nosotras iban quedando los kilómetros, y cómo el trabajo iba avanzando en la dirección correcta.
A medida que ascendíamos el aire era más puro y más dulce.
Y por fin, tras el sudor, las ampollas y las agujetas, alcanzamos la cima. Al mirar desde lo alto de la montaña el paisaje que habíamos dejado atrás durante el ascenso, sentimos un gran orgullo. No os parece una dulce recompensa por el esfuerzo realizado?