Hoy quiero hablar de ti, sin nombrarte. Aunque sé que hacerlo de esta manera, te llevará a sentirte más poderosa.
Hoy quiero ocultarte para que los demás no vean que eres fiel compañera. Junto con mi sombra has acompañado cada paso que he dado en mi vida.
Freno de mis ilusiones, generadora de mis miedos, enemiga de mi autoestima. Utilizas tus recursos para mantenerme en la comodidad y pensar que el cumplimiento de metas es algo destinado a otros, a los valientes, a los que lograron vencerte.
¡Cuántas lágrimas silenciosas has provocado! Y entonces, ahí, cuando me veías arrodillado ante la luz de la desesperación, acariciabas mi piel y me regalabas tu sonrisa cómplice. Y una vez más, me dejaba envolver por tu calor, por tu seguridad, por tu calma.
Sin embargo, hoy quiero hablar de ti, nombrándote. Sé que hacerlo de esta manera, me llevará a sentirme más poderoso.
Hoy quiero vencerte “vergüenza”. Esa que me frenaba, que me llenaba de temores y que me paralizaba.
Sé que acompañarás mi vida pero hoy, no te concedo un protagonismo que no te mereces.
Hoy te escucho, para asir más fuerte el timón de mi barco.
Hoy decido ser yo quien te envuelva, te acaricie y te mime. Al hacerlo, conseguiré calmar a mi “Niño”, protegerle de Dragones imaginarios que tantas veces me has trazado en un papel frágil, capaz de derrumbar mis ganas de crecer.
No te oculto, pues hacerlo sería derrotarme. Hoy te nombro, “vergüenza”. Emoción primitiva que me acompañas desde el primer día ¡Cuántos arroyos, convertiste en grandes ríos! ¡Cuántos pequeñas piedras, convertiste en muros infranqueables!
Hoy no te escucho, si lo que me vas a decir es que hay gente mejor que yo, que saben más que yo.
Hoy, tengo lo “suficiente” para conseguir las metas marcadas. Puedes guardar tus “manipuladores” consejos y tus “valiosísimas” herramientas sin instrucciones.
¡Hoy me acepto! ¡Hoy me atrevo! ¡Hoy estoy preparado!
¿Y tú?