Aquí les paso mi receta con una pequeña salvedad: al tratarse de una preparación rústica y muy simple, las medidas no son dignas de un libro con técnicas básicas de Le Cordon Bleu; por lo tanto, se impone la medición "a ojo". En un bol, colocá 1 cucharada de sal fina (si deseás que tenga un suave dejo salado la masa que acompaña muy bien el dulzor externo) ó 4 cucharadas de azúcar (si preferís que sean dulces por fuera y por dentro). Añadí unos 250 cc. de agua tibia y, en ella, disolvé la sal o el azúcar. Por último, incorporá 1/2 pocillo (de café) de aceite neutro. Revolvé y añadí harina leudante en pequeñas cantidades hasta lograr una masa tierna, que no se pegue en tus manos. Amasala por algunos minutos y separala en pequeños bollitos. Con la mano, aplastá ligeramente cada bollito para alcanzar la forma redondeada (o la que sea de tu gusto) y practicales un pequeño corte (puede ser con el mismo dedo), a modo de ombligo, en el centro. Dejalas descansar en la mesa. Mientras tanto, en una sartén u olla, colocá aceite neutro suficiente como para que las cubras (al asegurarte suficiente cantidad de aceite, lograrás que absorban menos materia grasa y que queden más secas). Una vez que esté bien caliente, colocarás la cantidad de tortas que te permita el recipiente, evitando amontonarlas mucho para que se cocinen de manera pareja; si fuera necesario, las darás vuelta. Estarán listas para sacarlas cuando alcancen un color dorado. En un recipiente donde irás sumando las cocidas, colocá papel absorbente y una abundante lluvia de azúcar común. Dejá allí las tortas (ya les podemos decir oficialmente fritas) y espolvorealas con más azúcar. Cuando termines de cocinarlas, una humeante pila de tentadoras tortas fritas estará invitándote a convidar (o convidarte) unos ricos mates o un sabroso té.
Se recomienda - incluso, con esta versión más liviana - no comerlas inmediatamente después de cocidas porque suelen ser bastante indigestas. Por eso, prepará el acompañamiento adecuado (mate, claro está; pero, bien vale un rico té o un chocolate caliente para un día de mucho frío) y sentate a disfrutar con los tuyos de una receta de panadería casera muy simple a la vez que sabrosa, que podemos permitirnos, muy de vez en cuando, los días de lluvia para una merienda diferente.