Este es uno de mis temas recurrentes, lo sé. Pero es que cada día hay algún incidente que me lo pone por delante. Sé que hay buenos ejecutores de tareas. Que les encargas algo, y lo hacen. Pero no es lo más normal. Cuando alguien trabaja por tareas, es como alguien que decide fumar y no hacer ejercicio bajo ningún concepto: el fondo físico se pierde. Pues igual sucede inevitablemente con los “atareados”.
- Rechazan cualquier encargo de nuevas tareas ¡siempre están desbordados!
- Negocian plazos y cambios, te hacen lo pedido, si les quitas algo, les pones a alguien o les das algo.
- Preguntan, pero al final tras las preguntas esconden intentos más o menos disimulados de pasarte el mono, a veces con esa frase tan impresentable “es que tu lo haces tan bien” “lo que a mí me lleva una hora, a ti diez minutos”.
- Todo es complicadísimo. Lo que tu entiendes se hace en una hora, para ellos es un día, y además ¡es que tu no valoras su trabajo!
- Nunca tienen la información necesaria. O no se la has dado, o “ellos no lo entendieron así”.
- Los que trabajan por tareas son geniales en la delegación, hacia arriba, lateral o abajo. Aunque en su caso, más bien es pasar el muerto, simplemente.
- Ah, otro problema, cuando alguien trabaja por tareas, suele estar insatisfecho. Se siente infrautilizado, que no se cuenta con él, que podría hacer más, o que las cosas que se le encargan son tonterías.
- Entienden que “me olvidé” es justificación para todo, porque “como no lo hicieron con mala voluntad…” Pero es difícil verles anotar algo en una agenda.
Pero si tratas de encomendarles objetivos, ten cuidado. Tú encargas objetivos, y ellos te devuelven tareas, en forma de consultas, dudas, ampliaciones y equivocaciones. Más cosas. Tengo un conocido que tiene entre su gente a un “ejecutor de tareas”. A mi conocido eso le conviene, porque le tiene asignados trabajos de realización donde quiere que se cumplan sus instrucciones estrictamente. Pero, me comenta “el otro día le mande a revisar nuestra planta, y él ejecutó al pie de la letra lo que le pedí. Vamos, que si le digo que mate a alguien, lo hace. Pero ya he tenido varias llamadas diciendo que se ha pasado, y es que como no entiende lo que esta realizando, lo hace llevándolo al extremo. Esto me está creando un problema fuerte…”
Si tienes personas que trabajan por tareas, como jefe te vuelves imprescindible, pero terminas siendo un capataz, o un bombero, o algo de esos dos oficios. Si te trabajan por objetivos, vives bien. Y ellos también. Lo cual, sin duda, es la máxima aspiración de todo jefe inteligente.
Considera que suelen quedarse desfasados rápidamente, mientras que sus costes no se quedan tan estables. Capacidad a la baja, salarios a la alta. Mala combinación para ambas partes. Gestiónalos y contrátalos por tiempos. Y se exigente con ellos. Pide de más, porque ellos ya se encargan de convertirlo en menos.
Si tienes personas que funcionan a tareas, potencia tu libreta y tu memoria. Una de sus armas favoritas es el olvido. Les encargas algo, dejan pasar unos días y miran si se te ha olvidado. Entre el tiempo, que hace inútiles muchas órdenes, y el olvido, gran parte de lo que se les encarga, queda en el cajón de las buenas intenciones. Funcionan si les mides, y les incentivas económicamente por número de tareas realizadas.
En cualquier caso, cuando me encuentro con plantillas insatisfechas, desmotivadas, poco productivas, generalmente el estilo de dirección está basado en la desconfianza, y la gestión, por tareas.
Y eso es un cáncer.