Un “beatífico jandilla” lidiado en la Maestranza. Foto: Maurice Berho/mundotoro
“Resulta esperanzador pensar que esta corrida hubiera ofrecido un cariz muy diferente si los toros, que fueron todo bondad y nobleza, con esa dulzura en la mirada y la embestida que parece romperse como un merengue…; si en lugar de beatíficos borregos, con las fuerzas justísimas y la casta desaparecida, hubieran desarrollado fortaleza, riñones y poderío. Hubiera sido otra corrida, sin duda.
Asimismo, resulta esperanzador pensar que hubiera ofrecido un cariz muy diferente si los toreros, en este caso El Cid y Castella, en lugar de unos pegapases insufribles y con un sentido de la pesadez que raya en la ofensa, hubieran demostrado imaginación, sentido del temple y del tiempo, hondura y empaque.”