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¿Hubo relación entre los cordobeses de Creta y los piratas de al-Balansĩ?

Por Lasnuevemusas @semanario9musas

Aquellos expatriados durante el reinado de al-Haqem I a causa de los graves sucesos del Motín del Arrabal de Shaqunda en Córdoba (818 d.C.) no eran piratas, aunque Bizancio propalara esta idea.

Es razonable e inevitable que a veces nos asalte la duda de que aquellos infelices ciudadanos de un arrabal cordobés, levantados contra los abusos fiscales de un emir, habitantes de una ciudad interior, profanos en conocimientos sobre mar y navegación, sencillos artesanos, labradores, comerciantes y funcionarios, pudieran no obstante llegar a protagonizar por sí solos gestas y conquistas -a veces con violencia- y sin ayuda de nadie. Y, en efecto, debieron de contar con apoyos en determinadas ocasiones y, sobre todo, durante el periplo marino anterior a su llegada a Alejandría.

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Así mismo, algún escritor occidental defiende esta tesis, como es el caso de Clifford Edmund Bosworth y de Manuel Harazem[1], y esa idea, aunque hipótesis, es una hipótesis razonable y que, personalmente, no descarto en su totalidad. Plantean lo extraño que es que artesanos urbanos pudieran llegar a ser los peligrosos piratas de que hablan las fuentes medievales bizantinas -aunque no podemos olvidar que los bizantinos solían inventar intencionadamente cosas así como descalificación de sus enemigos-. Los autores citados ponen en duda que los desterrados solos pudieran llegar a hacerse con el control de Alejandría e incluso a conquistar Creta. Defienden que los piratas andalusíes y beréberes, que habían sido tropas de Abdallãh al-Balansĩ [2] (tío rebelde del emir al-Haqem I), conquistaron años antes Alejandría e, incluso, ayudaron en la expedición marítima de Abũ Hafs al-Ballutĩ y su grupo de desterrados, y que hasta pudieron colaborar en la conquista de Creta. En "The History of al-Tabari", de C. E. Bosworth, haciéndose eco este autor del historiador del califa abbasida y cronista al-Tabarĩ (839-923 d.C.), menciona en efecto la posibilidad de que piratas andalusíes y aventureros pusieran sus barcos al servicio de los proscritos cordobeses.

Personalmente, opino que en el periplo por mar y asalto a las islas del Mediterráneo oriental, en efecto, los desterrados necesitaron refuerzos de quienes tuvieran conocimientos marinos y navíos, que bien pudieron ser los piratas de al-Balansĩ; no lo descarto, ni descarto incluso que pudieran prestar su ayuda para el control inicial de Alejandría. Por otra parte, siempre tuve el convencimiento de que los desterrados que partieron al exilio desde el puerto de Pechina lo hicieron con la ayuda, entre otros, de la Federación de Marinos de Pechina que gobernaba dicha provincia. Bayyãna (actual Pechina; Almería aún no existía) era la capital de la cora y gozaba de una autonomía casi total, generalmente consentida por los emires omeyas. El verdadero poder, el gobierno efectivo de Pechina lo ejercía dicha Federación de Marinos que era muy poderosa; la figura del gobernador o walĩ representante de Córdoba fue en esta comarca meramente nominal y a veces casi una figura decorativa.

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Pero, respecto a los piratas de al-Balansĩ, aunque fuera cierto que dichos corsarios hubieran atacado Alejandría con anterioridad (que es una hipótesis), habría de puntualizarse:

1- Que los piratas sin duda acudirían a los zocos alejandrinos para comerciar con objetos de su botín y fruto de sus rapiñas, así como al gran mercado de esclavos de Alejandría para deshacerse de sus cautivos, y que en esos mercados contarían con sus representantes y contactos. También podían acudir a la gran ciudad egipcia para abastecerse, pero nunca buscando asentamiento como alguno de estos autores defiende en su obra: "No sabemos gran cosa de las actividades de los piratas levantinos andalusíes en su nuevo ámbito de acción hasta que no terminan asentándose en Alejandría". No lo dan ya como hipótesis, lo afirman. Este aserto ya no lo comparto, ante todo porque los piratas no son de mucho asiento y menos en una ciudad cosmopolita como aquella (el puerto de mayor tráfico de todo el Mediterráneo entonces) cuando lo que procurábanse siempre eran calas inaccesibles o la playa de alguna isla desierta (la ciudad-estado de Tarra en el sur de Creta o la playa de Sarakinikos de Gávdos, por ejemplo) pues les convenía estar siempre ilocalizables. Sin embargo, hubiera sido muy expuesto para ellos residir en una ciudad como Alejandría, localizados, y donde hubiera sido fácil atacarlos en represalias por sus incursiones y rapiñas. Quienes sí se asentaron en dicha ciudad fueron los cordobeses desterrados porque ellos sí necesitaban ese asentamiento al viajar con sus familias -con ancianos, con niños de pecho y mujeres embarazadas- y porque sus oficios eran urbanos.

2- Que si bien los piratas del levante andalusí podían llevar ya años actuando por aquella zona, no obstante, todos los cronistas identifican a los desterrados del arrabal de Córdoba con los conquistadores de Alejandría asentados en ella. Además hay algunos testimonios que diferencian claramente la actuación de los shaqundíes respecto de la de unos piratas; por ejemplo, al-Maqrišy informa de que, a su llegada a la ciudad egipcia, los cordobeses tuvieron algunos choques con miembros de la tribu de los Beni Madlaji, pues estos trataban de impedir que se asentaran allí, pero "los andaluces, despechados por tan dilatada desventura, se defendieron violentamente. Los Beni Madlaji resultaron vencidos y expulsados del arrabal". Estas palabras nos hacen ver que los cordobeses tuvieron que defenderse de los que iniciaron las provocaciones y, además, nos proporciona la causa: los largos años de calamidades y sinsabores que habían sufrido. El dato que nos aporta este cronista guarda más relación con los desterrados que con los piratas.

Otro autor viene a confirmarnos que los llegados a Alejandría son los del arrabal; se trata de al-Nuwayri, quien asegura que "los desterrados andaluces llegados a Alejandría se asentaron y contribuyeron al crecimiento de su cultura". El cronista no solo identifica con los cordobeses a los recién llegados, sino que afirma que hicieron aportaciones culturales a la ciudad, algo que los piratas no solían estar en condiciones de poder aportar y, además, sus intereses eran muy otros.

Además, los vaticinios de al-Kindi y del monje Juan que Manuel Harazem cita - "Creedme, vendrá del oeste un pueblo que destruirá sin compasión este pueblo y esta ciudad y saqueará todo lo que hay en ella"- aparte de ser solo eso, augurios, de resultar ciertos deberían referirse con más razón a la invasión posterior de los fatimíes, que también vendrían del oeste, conquistarían Egipto entero (y no solo una ciudad como los cordobeses), y por mucho más tiempo, dos siglos (no cuatro o cinco años como duró el asentamiento andalusí); y esos sí fueron muy temidos, porque además eran chiíes, mientras que en aquellos años los egipcios eran sunníes como los andalusíes. Ocho años después de la pérdida de Creta por los cordobeses, en 969, el emir fatimí al-Muizz envió a Egipto un ejército de 100.000 hombres, mandados por al-Siqilĩ (el Siciliano), y realizó una irrefrenable conquista, la segunda que llegó del oeste según Afaf Lutfi al-Sayyid Marsot; la primera, dice, fue en la era faraónica. Muizz usó en Egipto la filosofía del palo y la zanahoria; decretó leyes extraordinarias para la población, impuso sus soldados extranjeros (beréberes y sudaneses), sus religiosos chiíes discriminaron y aislaron a los alfaquíes y ulemas nativos, etc. etc.

3- Que aquellos cordobeses proscritos que llegan a Alejandría tres o cuatro años después de haber abandonado la península en 818, en torno a 15.000 familias según la mayoría de las fuentes[3] y según algunos 15.000 hombres (15.000 sin contar las mujeres y los niños quiere decir 15.000 familias), tras un baño de sangre como fue el motín de Córdoba, tras años de penalidades a la búsqueda de asentamiento por tierra y por mar, después de un penoso éxodo durante el que tendrían forzosamente que defenderse de ataques enemigos en muchas ocasiones y luchar por su supervivencia, hay que colegir que los desterrados cordobeses que llegaban a Alejandría ya no podían ser los mismos infelices que se exiliaron; los que sobrevivieran llegarían muy cambiados, mucho más preparados y fortalecidos, y además de sus armas comunes, empuñaban las armas de la desesperación y de la rebeldía contra la injusticia. Si ya en Córdoba, durante el motín, supieron defenderse de tal modo como para que hubiera de intervenir también el ejército regular, ¿cómo se defenderían cuando, además, llevaban varios años rodando por el mundo y sufriendo calamidades? Aun así, no podemos descartar que los piratas levantinos andalusíes les ayudaran en el control inicial de la ciudad egipcia.

4- Que es imposible que llegaran hasta Alejandría en barco 15.000 familias (alrededor de 90.000 personas, si como aseguran las fuentes la media de miembros por familia en el al-Ándalus del siglo IX era de seis), porque hubieran necesitado una flota, y no cualquier flota, una inmensa. Forzosamente tuvieron que hacer buena parte de ellos el éxodo por tierra. Lo dice la lógica, pero sobre todo lo dice el conocimiento de la navegación medieval y de los barcos del siglo IX.[4]

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Un birreme de los de mayor tamaño podía llevar 250 remeros (y los menores navegaban con 60, 108, 120, 140, 200 remeros) y podía cargar, como mucho, trescientas personas -incluidos esos remeros-, mientras que un mercante grande, a vela, podía fletar algo más, pero con 400 personas ya iba sobrecargado. Si el barco llevaba además cuadra para 40 caballos (el máximo que podía portear un birreme grande), la configuración para remos y cuadra restaba mucho espacio. Por otra parte, el esfuerzo de los remeros implicaba que necesitaban más aprovisionamientos y restar más espacio para las tinajas de agua. Había que calcular para cada remero ocho litros de agua diarios en verano (que era cuando los barcos de remos podían navegar con seguridad), más el agua de los caballos, de los tripulantes y viajeros. Esto suponía tener que abastecerse de agua cada cuatro días, por tanto hacer escalas cada cuatro jornadas y, por la misma razón, hacer navegación de cabotaje.[5] Con estos datos, hay que concluir que hubieran necesitado más de 300 barcos.

Por todo ello, la lógica y el conocimiento de la navegación de la época avalan la conclusión de que la mayoría de ellos tuvieron, necesariamente, que hacer el viaje por tierra. El cronista al-Tabarĩ dice que "los andalusíes llegaron a Alejandría en barcos cargados de hombres", lo que confirma que mujeres y niños (es de suponer que acompañados además por otros muchos hombres para su protección) realizaron mayoritariamente el éxodo por tierra. Vassilios Christides, aunque cree excesivas las cifras, defiende en su ponencia "La Odisea de los Andaluces conquistadores de Creta ", del Simposio "Graeco-Arabica XII" (2017), que la gran mayoría eran mujeres y niños, porque gran número de ellos partirían al destierro sin el cabeza de familia; en efecto, durante el motín y las crucifixiones habían muerto ya entre 2.000 y 3.000 hombres, por lo que el número de viudas y huérfanos que partieron al exilio debió de ser considerable.

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Numerosos autores actuales tratan de solventar esas dudas que tan masivo éxodo nos pueden plantear acogiéndose a la salida más fácil y concluyendo que las cifras de 22.000 familias desterradas y 15.000 de ellas dirigidas a Alejandría son excesivas, y alguno añade incluso la palabra "evidentemente", término que no convierte en más cierto lo que solo es una opinión, cuando la mayor parte de las fuentes que pueden aportar datos reales -que son precisamente las arábigas y, sobre todo, las contemporáneas de los hechos-, repiten dicho número de desterrados. Quienes afirman que esas cifras son exageradas están dando una opinión mientras no consigan demostrar los números que ellos consideran razonables. Una prueba de que las cifras son ciertas radica en la ciudad de Fez; en esta ciudad se acogieron según las fuentes unas 7.000 familias de las 22.000 desterradas. Es sabido que allí crearon, en la ciudad recién fundada, el arrabal aún llamado Madinah al-Andalusiyyĩn o Ciudad de los Andalusíes, asentándose entre el río y la muralla que ya había sido edificada. La extensión existente entre río y muralla nos prueba que tenían cabida allí (y siguen teniéndola) unos 7.000 fuegos u hogares. Si los cronistas dicen verdad respecto a esta cifra, ¿por qué van a mentir respecto a las 15.000 familias restantes que continuaron viaje hacia Alejandría?

Además, no podemos perder de vista que ese es un número adecuado para llevar a cabo la conquista de la ciudad egipcia y la posterior de la isla de Creta. Con un número inferior hubieran sido imposibles ambas conquistas; incluso con 15.000 ya es una gesta muy meritoria.

***

Los desterrados del arrabal cordobés de Shaqunda o Sequnda eran, como dijimos, gentes sencillas del pueblo, que no poseían conocimientos de navegación ni disponían de navíos. Para alcanzar las costas del norte de África, bien el emir debió de facilitarles embarque en naves de sus puertos y atarazanas, bien contribuyó con las suyas la Federación de Marinos de Pechina o bien prestaron ayuda los piratas levantinos, pero no cabe duda que se limitarían a hacerlos llegar a la costa africana más cercana: Ceuta, Orán o Bujía. Para poder fletarlos a todos, demasiados viajes tendrían que hacer los barcos como para llevarlos más lejos. Sin embargo, según ya antes avanzamos, un grupo de los desterrados, encabezados por Abũ Hafs al-Ballutĩ, llevó a cabo un largo periplo marítimo que los condujo hasta el Mediterráneo oriental, donde exploraron buena parte de las islas del Egeo[6] e, incluso según algunas crónicas, atacaron a muchas de ellas, haciéndose con cierto botín.

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El escritor Manuel Harazem, en su obra ya citada, defiende que debieron de realizar dichas acciones en unión de los ya mencionados piratas andalusíes. No me parece descabellada esta versión, sino por el contrario muy plausible. Añade que pudo ser el mismo al-Haqem I quien pidiera ayuda a su tío al-Balansĩ -con quien había mejorado sus relaciones- para que sus marinos transportasen a los exiliados.

Abdallãh al-Balansĩ (hermano de Hixem I) había declarado la guerra a al-Haqem I al reclamar el trono para sí; aquel pleito dinástico enturbió durante décadas las relaciones familiares -hasta que firmaron la paz en 802 d. C.- Y esto lleva a pensar que el alfaquí Yãhya ben Yãhya, como uno más de los desterrados que era, pudo ser quien ideara el contacto con los piratas, puesto que él debía de conocer sin duda a sus más altos mandos. En efecto, Yãhya incluso conocía a algunos de aquellos jefes piratas levantinos, porque afirma Levi-Provençal (y de él se hace eco Maribel Fierro) que fue este alfaquí el que en 802 llevó a Valencia el amán o perdón del emir al-Haquem I para su tío rebelde Abdallãh al-Balansĩ.

En aquel tratado de paz el emir ofrecía a su tío la cosoberanía de Valencia -reino que le ampliaba hasta Tortosa por el norte y hasta el límite de la cora de Tadmir (Murcia) por el sur- y le asignaba también una renta de mil dinares al mes, a cambio de que el tío reconociera como soberano al sobrino. Para confirmar el tratado, al-Haqem proponía los desposorios de dos hermanas suyas con dos de sus primos, hijos de al-Balansĩ [7]. En aquella corte paralela de que el príncipe rebelde habíase rodeado en Valencia, como mensajero y portador del perdón del emir en tan importante misión, conocería Yãhya sin duda a sus principales generales y marinos en la solemne recepción que Abdallãh al-Balansĩ debió de brindarle.

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Desde el mes de junio de 821, a lo largo del año 822 o inicios del 823 llegan los cordobeses desterrados a Alejandría; estas son las fechas más comúnmente aceptadas entre las fuentes musulmanas, pero no coinciden con las fechas proporcionadas por otras fuentes que han bebido sobre todo de los autores bizantinos, quienes suelen adelantarlas entre tres o cuatro años. Este adelanto entre los cronistas bizantinos puede deberse a la vinculación (interesada o no) que realizan entre piratas andalusíes y cordobeses desterrados: si los piratas estaban actuando en el ámbito bizantino desde antes de 818, adelantan la llegada de los cordobeses, porque Bizancio no los diferenció o no quiso diferenciarlos.

El mismo Vassilios Christides, incluso en el título de su ensayo[8], admite la fecha de 824 como la de la conquista de Creta por los cordobeses. Es comprensible que él la asuma por ser griego y, por tanto, por ser la fecha oficial históricamente aceptada en los países que integraron Bizancio o que escribieron la Historia bajo su influencia. Y, sin embargo, la fecha de salida de Alejandría es clara e indiscutible en la fuentes egipcias más autorizadas, 827, porque la llegada del general ben Tãhir a Egipto también lo es, así como la fecha de rendición ante él de los andaluces en dicha ciudad[9].

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El mismo Christides, ante esa disparidad de fechas, reconoce la probabilidad de que los egipcios estén en lo cierto cuando dice: "El historiador Brooks y más recientemente Panagiotakis están a favor de las fechas de invasión (de Creta) en torno a 827, basados fundamentalmente en la fiabilidad de al-Kindi, autor contemporáneo de los hechos. Kindi es definitivamente un autor fiable".

En efecto, al-Kindi, Severus ben al-Muqãffa y al-Ya`qũbĩ coinciden en defender la fecha de 827, y viven los tres en el siglo IX o primera mitad del X, es decir, son contemporáneos del emirato cretenseandalusí. Al-Kindi concreta más y afirma que la invasión de la isla por los cordobeses comenzó en la primavera de 827.

Respecto al empecinamiento de los Cronistas bizantinos en identificar a los cordobeses de Creta con los piratas andalusíes, afecta también como ya anticipé a los autores occidentales, que siempre siguieron fielmente a las fuentes de Bizancio y que reiteradamente han sido proclives a olvidar a las Crónicas Arábigas. Habiendo sido ya editado mi ensayo " Los Andaluces Fundadores del Emirato de Creta", llegó a mis manos una obra que despertó mi interés: "Storia dei Musulmani di Sicilia" del italiano Michele Amari. En ella encontré un dato que me sorprendió; afirma que los andaluces de Creta ayudaron en 827 a los aglabíes en la conquista de Sicilia, y nombra a Suleimán ben Afia de Tortosa como el caudillo que dirigía a estos cordobeses.

Asegura Amari que, al mismo tiempo, el general Asbag ben Wakĩl, al mando del ejército emiral cordobés y de la flota de al-Ándalus, aportaba sus refuerzos a los aglabíes en aquella empresa y que fueron estos hispanos los que vencieron y mataron al estrategos bizantino Theodoto. Pero difícilmente pudieron ser los cordobeses desterrados los que ayudaron a los aglabíes, pues en esas mismas fechas bastante tenían con su propia conquista de Creta como para, en ayuda de otros, distraer tropas que les eran imprescindibles. No obstante, todo apunta a que esos colaboradores hispanos no enrolados en la marina oficial de al-Ándalus pudieran ser los piratas andalusíes levantinos de al-Balansĩ, porque el nombre del caudillo -Suleimán ben Afia de Tortosa- los señala, al pertenecer dicha ciudad a los territorios cedidos por al-Haqem I a su rebelde tío. Esta ayuda prestada a los aglabíes en Sicilia, tanto por la marina oficial de Abd al-Rahmãn II de al-Ándalus como por los piratas andalusíes de al-Balansĩ, tenía entre otras razones la de mantener distraídos a los bizantinos lejos de Creta, cuya conquista estaban realizando entre tanto los cordobeses desterrados.

Los prejuicios bizantinos respecto a estos cordobeses, a los que calificaron de piratas -mantenidos hasta hoy por todos los historiadores y estudiosos occidentales-, afortunadamente están siendo superados en la actualidad; los mismos autores griegos comienzan a rectificar. El historiador griego Vassilios Christides refuta la parcialidad de las fuentes bizantinas: "Genesios narró un cuento mitológico sobre un ataque a Gortyna que originó su destrucción, que fue calcado posteriormente por otros muchos autores bizantinos. En él, nada menos que resucita al arzobispo de Gortyna, Cirilo, que había sufrido martirio en la época de las persecuciones romanas de Decio, y lo vuelve a presentar como martirizado a manos de los invasores cordobeses musulmanes del siglo IX por no haber accedido a convertirse al Islam".

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Asimismo, añade Christides en otro capítulo de su misma obra: "Otra distorsión, que ha sido repetida con frecuencia, es la afirmación exagerada de que los musulmanes andaluces, inmediatamente después de su invasión, quemaron y destruyeron todo en Creta, incluyendo su capital, Gortyna. Pero no hay nada en las fuentes que pueda confirmar estos datos". Y prosigue: "Kalokyres había defendido que la catedral de San Titos de Gortyna fue quemada durante la ocupación musulmana, recuperando así la vieja teoría sostenida por Xanthoudides. Pero A. Orlandos ha conseguido demostrar definitivamente que esta iglesia, no solo no fue destruida por los musulmanes españoles, sino restaurada y decorada durante su gobierno, como han demostrado las excavaciones arqueológicas".

Procede citar también el sólido testimonio de R. Pockocke, un viajero y testigo visual, que no deja duda alguna sobre la persistencia de la iglesia original de San Titos hasta mucho más tarde, en el siglo XVIII; la describe, informa del lugar donde estaba situada y de su estado de conservación. Algo más tarde fue destruida por un terremoto.

En el trabajo reciente de Vassilios Christides ya citado (La Odisea de los Andaluces conquistadores de Creta, ponencia en el Simposio Graeco-Arabica 2017), menciona la posibilidad de que el gobierno de los cordobeses en Alejandría fuera tiránico. Se basa sobre todo en el testimonio de un tal Michael el Viejo o el Sirio, cristiano de Siria (m.1199), aunque Christides se refiere a él en varias ocasiones como un autor que no le merece credibilidad; en esta obra de El Sirio, escrita en siriaco, se afirma que los cordobeses actuaron cruelmente con los cristianos y los judíos en Alejandría, pero no resulta muy creíble teniendo en cuenta que entre ellos iban cristianos y que entre sus aliados egipcios también los había cristianos, sobre todo coptos y doctrinarios puritanos. Todo indica que nos hallamos ante un cronista que, como está probado ya con los bizantinos, trata a los cordobeses desterrados con idénticos prejuicios.

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Sin embargo, las fuentes egipcias de la época únicamente nos hablan del enfrentamiento con los Beni-Madlaji y transmiten la idea de que, frente a las provocaciones de estos, se limitaron a defenderse (ver el testimonio de al-Maqrišy antes citado).

No es fácil creer que en cinco o seis años de estancia en Alejandría fueran unos tiranos, quienes no lo fueron en Creta en casi siglo y medio. Vassilios Christides nos habla del gobierno andalusí en Creta como tolerante: "Pero no existen evidencias de que los musulmanes invasores ejercieran opresión alguna sobre granjeros y campesinos ... La falta de esas revueltas (campesinas) en la etapa andaluza de ese Estado-frontera revela que dejaron tranquilos a los campesinos y propietarios sin confiscaciones ni duras tasas... Además de la inexistencia de duros impuestos, la tolerancia habitual de los musulmanes se aplicó en Creta... Pero después del establecimiento de los andaluces en la isla, de acuerdo con las leyes islámicas -y tenemos evidencias concretas de que se aplicaron en Creta-, cristianos y judíos fueron protegidos como ahl adh-dhimmah" (Ver pág. 226-227 de mi ensayo "Los Andaluces Fundadores del Emirato de Creta "). Todo esto induce a pensar que si existió violencia en Alejandría se manifestó seguramente cuando hubieron de defenderse.

Tampoco se ve avalado tal despotismo por las relaciones posteriores que mantuvieron siempre con los egipcios, desde el mismo momento en que partieron para Creta, en que ya se produjeron masivos alistamientos de naturales de Egipto en las naves andalusíes, así como por las relaciones políticas, culturales y comerciales que se establecieron, siempre cordiales, entre ellos durante todo el tiempo en que existió el emirato. Definitivamente, Michael el Viejo no nos merece fiabilidad alguna; parece integrarse en el grupo de autores cristianos de la época parciales con todo lo referente a sus contemporáneos musulmanes. Merece la misma credibilidad que merecía el suceso que también achacaron a los cordobeses desterrados: el robo del cuerpo de San Marcos de su iglesia de Alejandría. Sin embargo, luego pudo probarse que fue robado cuando ya hacía más de un año que ellos habían salido de Egipto hacia Creta.

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En efecto, en el año 828 d.C., dos mercaderes venecianos, Buono Tribuno de Malomocco y Rustico da Torcello, sustrajeron el cuerpo de San Marcos de su tumba de Alejandría y lo escondieron en su barco mercante entre una carga de carne de cerdo, donde sabían que los musulmanes no mirarían. Llegados a Venecia, lo donaron al dux Giustiniano Partecipazio, quien, por tal motivo, ordenó la construcción de la capilla ducal de San Marcos. Los mercaderes justificaron su robo aduciendo que el walí del califa de Bagdad en Egipto estaba embelleciendo su palacio con elementos decorativos y arquitectónicos de los que iba despojando a la iglesia alejandrina donde se veneraban los restos del santo mártir, por lo que la comunidad cristiana egipcia temía que pudieran llegar a desaparecer. Los mercaderes aseguraban haber cumplido con su deber poniéndolos a salvo. Algunas voces achacaron a los andaluces de Creta el robo del cuerpo del evangelista, pero este desmán ocurrió un año largo después de que ellos abandonaran Egipto y conquistaran la gran isla. La aparición posterior del cuerpo del santo en Venecia aclaró todo lo sucedido.

En resúmen, lo que sí está probado es que la violencia que ejercieron los cordobeses en Alejandría fue la inicial para lograr asentarse en la ciudad -fase en la que pudieron recibir la ayuda de los piratas levantinos de al-Balansĩ (con sus métodos característicos)- y para defenderse de quienes los rechazaron. Nikolaos Panagiotakis escribe: "La imagen que nos ofrecen las fuentes bizantinas sobre el Estado que fundó Abũ Hafs no puede ser sin duda una imagen favorable, ya que están influenciadas por el fanatismo y el odio que causaron no solo las constantes invasiones y la destrucción en Bizancio por parte de los árabes, sino también por toda la lucha que llevó a cabo el Imperio Bizantino en contra del mundo árabe". Y añade: "Paradójicamente, es todo menos objetiva la actitud hacia los árabes de Creta por parte de los historiadores y estudiosos de este periodo en los últimos años. Presentan a los musulmanes de Creta como despiadados piratas, bárbaros e incivilizados".

Por su parte, Christides dice: "Muy lejos de ser sanguinarios piratas profesionales, como se ha afirmado continuamente por algunos autores, ellos desarrollaron su propia civilización, a la cual en algo contribuirían, naturalmente, los nativos". Según Panagiotakis, los musulmanes de Creta no eran muy diferentes en su cultura, su carácter y habilidades a otros árabes contemporáneos suyos; y añade que " la percepción que se ha mantenido sobre el emirato de estos hispanoárabes como nido de piratas es simplista y engañosa".

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El comportamiento de los cordobeses en el siglo y medio que duró su emirato cretense fue el mismo que seguía cualquier Estado oficial musulmán de su tiempo. Las medidas que observaron los andaluces con los presos de las guarniciones bizantinas y con la población civil se atuvieron a lo generalmente convenido entre los musulmanes de la época: a quien entregara la plaza sin lucha, le era otorgado el amãn (el perdón) y a quien presentara oposición se le combatía hasta la muerte; aunque, en lo que se refería a los militares bizantinos, habíase determinado que era preferible hacer cautivos por los que poder pedir después un rescate.

Desde la antigüedad y durante toda la Edad Media, los prisioneros de guerra se redimían por el pago de un rescate o mediante el intercambio de cautivos de los dos bandos contrarios. Así era, tanto en países cristianos como musulmanes, tanto en África como en Europa o en el Imperio Bizantino. En España, los ejércitos de los reyes cristianos de Castilla, Aragón o León, en vísperas de las grandes batallas eran seguidos por un tropel de judíos que, acabada la contienda, compraban a los prisioneros y conseguían después pingües ganancias con su reventa. También Bizancio y sus cronistas (incluso historiadores griegos actuales) acusaron durante siglos a los andalusíes de Creta de tráfico de esclavos y piratería por estos hechos, pero era una práctica común en aquellos tiempos, incluso para los bizantinos, como lo probó, y es solo un ejemplo, su ataque posterior a la ciudad egipcia de Damietta. Todos los reinos del mundo conocido en el siglo IX, ya fueran musulmanes, cristianos, judíos o paganos, se servían de esclavos, desde al-Ándalus hasta los reinos cristianos eslavos, con Rusia a la cabeza, y desde Bagdad hasta la China. En Bizancio, no solo los emperadores, sino hasta la misma Iglesia y sus Patriarcas poseían esclavos, tanto a su servicio personal como en sus nutridas bibliotecas y entre los copistas de su scriptorium. Por otra parte, los árabes heredaron de Bizancio la costumbre bárbara de la castración de esclavos; el origen de la palabra "eunuco" no es precisamente árabe.

Lo que todos procuraban considerar era que, en tanto la esclavitud fuera legal -y lo era en aquel tiempo-, por coherencia y de forma inevitable había de ser lícito su comercio. Vassilios Christides añade sobre este asunto que estos ataques, pese a la calificación que los bizantinos les dieron de razzias piratas de mero saqueo, deben de ser considerados desde otros puntos de vista, desde el de la ŷihãd o "guerra santa" y desde la respuesta defensiva a las propias incursiones del imperio, y dice: "Realmente, los ataques bizantinos contra Damietta en 853 igualan en crueldad a los ataques árabes contra Tesalónica de 904 y los superan en cuanto a destrucción material".

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- La Navegación en el Islam, de George Marçais.- Editorial Cátedra.- Madrid, 1983.

- The Conquest of Crete by the Arabs (CA. 824). A turning point in the struggle between Byzantium and Islam, by Vassilios Christides.- AKAΔHMIA AΘHNΩN.- Atenas, 1984.- (Traducción de Andres Alemany Sánchez de León).

- "A History of Egypt" (volumen VI: La Edad Media), de Stanley Lane-Poole.- Edit. Boston Public Library, 1901.

- "Bizancio y al-Ándalus en los siglos IX y X", de Juan Signes Cordoñer - CSIC, 2004.

- "Description topographique et historique de L´Égypte (Mawaiz wa al-´I `tibar bi dhikr al-Khitat wa al-´athar)" de Ahmad ibn Alĩ al-Maqrišĩ (traducción de Urbain Bouriant) Editor E. Leroux, París, 1895.

- "La odisea de los Andaluces conquistadores de Creta: desde Córdoba a través de Alejandría hasta Creta", ponencia de Vassilios Christides en el simposio "Graeco-Arabica XII (2017)", Congreso Internacional de Estudios Greco-Oriental y Africano (Institute for Graeco-Oriental and African Studies), 2017.

- "La Odisea de los Rabadíes. El primer exilio hispano", de Manuel Harazem. Edit. Manuel Figueroa León.- Córdoba, marzo 2017.

- "Les débuts de la piraterie andalouse en Méditerranée occidentale", de Pierre Guichard.- Revue des mondes musulmans et de la Méditerranée, nº 35.- 1983.

- "Storia dei Musulmani di Sicilia", de Miquele Amari.- Edit. R. Prampolini.- Catania, 1933.

- "The Arab occupation of Crete", de E. W. Brooks.- The English Historical Review.-Oxford University Press, 1913.

- "The History of the Governors of Egypt", de Abũ Umar Muhammad ibn Yusũf al-Kindi.- Forgotten Books, junio 2017.

[1] - C.E. Bosword en The History of Tabari, y Manuel Harazem en La odisea de los rabadíes.

[2] - Al- Balansĩ quiere decir "El Valenciano".

[3] - Ver pág. 70 de mi ensayo " Los Andaluces Fundadores del Emirato de Creta".

[4] - Fuentes de documentación de la autora sobre navegación s. IX: ben al-Manqalĩ, al-Kindi, Muqqadasi, al-Tabarĩ, ben Hani, Levi della Vida, al-Idrisĩ, Jenkins, "La navegación en el Islam" de George Marçais y "El Islam en España. La navegación en Al-Ándalus ", de Juan Vernet.

[5] - Páginas 117, 118, y 119 de "Los Andaluces Fundadores del Emirato de Creta ".

[6] - Capítulo XIII de "Los Andaluces Fundadores del Emirato de Creta. "

[7] - " Al-Muqtabis" de ben Hayyãn y Levi-Provençal.

[8] - " The Conquest of Crete by the Arabs (CA. 824). A turning point in the struggle between Byzantium and Islam", de Vassilios Christides.

[9] - Páginas 169 y 181-182-183 de "Los Andaluces Fundadores ..." Defienden la fecha de 827 Crónica de Abũ-l-Fath, al-Isfahanĩ, al-Kindi, al-Maqryšĩ, etc.


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