D. Mariano, el gallego del cigarro puro, el impávido Sr. Rajoy, se pronunció, hace dos años, en contra de la huelga general que los sindicatos remitieron al leonés errante, previo acuerdo, claro está. Es curioso, como ahora, desde el PSOE, se alienta a la ciudadanía a secundar la movilización, tras una jornada negra en la que los propios sindicatos despiden a más de seiscientos trabajadores.
Es evidente, hasta para el más reivindicador de los trabajadores, que las actuales formaciones sindicales, ancladas en principios decimonónicos y con economías del siglo veintiuno, se han convertido en empresas con vida propia, que alimentan a toda suerte de políticos de segundo o tercer orden y varios miles de liberados, con cargo a los impuestos que pagamos todos los españoles en un noventa por ciento, pues tal es el montante de las subvenciones que reciben del Estado, a diferencia de lo que sucede en el resto de Europa. Los cruceros de Toxo y las comidas de Méndez se liquidan con cargo a los presupuestos generales del país, y se movilizan por intereses comerciales de sus siglas, más que por interés de los trabajadores, que siempre quedan en un segundo plano. La huelga de hoy (esto se escribe la víspera) terminará por tener escasa repercusión social, será secundada por menos gente y la pagarán los trabajadores que dicen defender, a través de los correspondientes descuentos que llevarán a cabo las empresas. La huelga es un derecho, pero nadie ha dicho que salga gratis. Eso no lo explican ni los sindicatos ni los piquetes.