No tiene mucho sentido una huelga estudiantil, y menos universitaria. Recuerdo, en mis tiempos más jóvenes, como se limitaba a dejar pasar el tiempo sin hacer nada mientras el catedrático de turno corría la materia que entendía oportuna, habitualmente bastante superior a la que hubiese podido explicar. En una asamblea de facultad propuse un encierro que incluyese al Sr. Decano, lo que nos hubiese hecho salir en la prensa sin ejercer violencia alguna y extender el conocimiento de nuestras justas reivindicaciones más allá de los estrechos márgenes de la universidad. Por supuesto la moción fue rechazada, estuvimos ocho días de vacaciones, corrió la materia que no estaba en los tratados y solo unos pocos conseguimos aprobar el curso en Junio. Desde luego que existen situaciones en las que el alumnado debe manifestar su malestar o desacuerdo con decisiones injustas o arbitrarias, pero la huelga no tiene sentido. No es una fábrica que deje de producir. Los primeros perjudicados son los propios alumnos en su formación, y nadie puede querer tener conocimientos defectuosos sobre lo que va a ser su profesión. Las manifestaciones, los encierros, las sentadas en la vía pública, son medios que permiten dar a conocer los problemas y presionar sobre las autoridades educativas para que modifiquen su criterio, mientras la simple huelga no deja de ser unas vacaciones para el profesorado mucho más que para los sufridos estudiantes.