De este modo, el trabajador en España se está convirtiendo en una especie en peligro de extinción a la vista de cómo las empresas han aprovechado todas esas posibilidades para maximizar los beneficios a costa de minimizar costes, sobre todo los salariales. Sería una tontería no aumentar las ganancias por querer mantener las plantillas, cuando el Gobierno concede todas las facilidades legales para hacer lo contrario. Es justamente lo que está intentando hacer la empresa MARHAN, concesionaria de las cafeterías del complejo hospitalario Virgen del Rocío de Sevilla.
Marhan es una filial del grupo Casa Márquez que se dedica al negocio de la restauración y suministros de catering a instituciones, fundamentalmente. Da empleo a 90 trabajadores en las cafeterías del Hospital de la Mujer, Traumatología, Centro de Diagnóstico y Hospital General de aquel recinto, en el que atiende al personal sanitario y a los usuarios del enorme complejo hospitalario, el mayor de Andalucía. También se encarga de facilitar las comidas al personal de guardia y de explotar las máquinas dispensadoras de bebidas y víveres (frutos secos, frutas, etc,) existentes en el interior de esas instalaciones, donde, aprovechando que la matriz se dedicaa la comercialización, montaje y mantenimiento de material e instalaciones eléctricas, ha conseguido, además, la adjudicación del negocio de los televisores para los pacientes, aparte de otros contratos. Es, evidentemente, una empresa que ha sabido diversificar su actividad, al parecer a expensas de contratos con el sector público en general, y el sanitario en particular. Nada que objetar si con tal crecimiento conseguía crear empleo, no sólo ganar dinero.
A causa de esa política empresarial de optimizar los beneficios, los trabajadores de las cafeterías llevan sin cobrar pluses, antigüedades y algunas nóminas ordinarias y extraordinarias desde hace meses, algunos conceptos desde hace años. No obstante, los demás trabajadores del hospital se enteran del conflicto cuando, como último recurso en las negociaciones, padecen una huelga intermitente que mantiene cerradas las cafeterías en determinados días durante las últimas semanas.
La mayoría de los trabajadores de esas cafeterías son compañeros que, en algún caso, conocemos de “toda la vida” porque son los mismos camareros que tuvieron que constituir una cooperativa para conservar el empleo cuando la primitiva empresa que las explotaba renunció a la concesión. Ahora, al cabo de tantos años, vuelven a revivir aquella incertidumbre que les trastoca la estabilidad laboral, pero esta vez sin la “comprensión” de la gerencia del Hospital ni el apoyo de una legalidad que los ampare y proteja frente a la voracidad lucrativa del nuevo patrón.
Esgrime la dirección del centro sanitario que se trata del conflicto de una empresa privada y esgrime la empresa privada que el hospital paga “tarde y mal” el servicio de hostelería que le presta, a pesar de -se supone- que todas esas particularidades estaban perfectamente acordadas en las cláusulas del contrato con el que se consiguió la concesión, junto al previo estudio pormenorizado sobre la viabilidad económica del negocio por el que se pujaba, sin necesidad de despedir a nadie.
Todo ello sucede en el interior de unas instalaciones públicas y contra unos trabajadores prácticamente tan “funcionarios” como el personal sanitario, de los que la dirección del Hospital se desentiende completamente al no considerar suyo el problema. La actitud de “lavarse las manos” del Hospital no es neutral, ya que podría amenazar con rescindir la concesión por incumplimiento, obligando a la concesionaria a negociar con menos prepotencia con los trabajadores, y no alinearse con ella al contratar a unos trabajadores “ajenos” que sirvan los servicios mínimos al personal de guardia. Casa mal con la pretensión de “neutralidad” esa casi conculcación del derecho de huelga que se comete con la contratación de “esquiroles” y, sobre todo, cuando se ordena redoblar el número de vigilantes de seguridad, lo que ha supuesto algún forcejeo y enfrentamiento verbal con los huelguistas.
En estos comportamientos tan propios del “capitalismo de amiguetes”, que se confabulan para repartirse la tarta de cualquier negocio, siempre acaban perdiendo los trabajadores. La externalización de servicios acarrea en todos los casos una pérdida de empleo y la reducción de salarios. Los gestores salen ganando al reducir con las concesiones el “gasto” de ofertarlos directamente, y los que se las adjudican precarizan cuánto pueden o permiten con tal de aumentar las ganancias. Unos cobran un canon y otros consiguen pingües beneficios, pero el trabajador sale perjudicado en su más preciado patrimonio: su trabajo, del que se le despoja, se mal paga o se retrocede en las condiciones de prestación. Lo estamos comprobando en el seno de la mayor empresa pública de Andalucía, en ese conflicto que sufren los trabajadores de las cafeterías de un hospital de la Sanidad, en el que observamos la connivencia entre empresarios ávidos de enriquecimiento y los “mandados” de una política que dice -de boquilla- estar en contra de que se castigue siempre a los trabajadores. Todo muy legal, seguramente, pero hipócrita e inmoral, si procede de quienes luego van a pedirte el voto supuestamente para defender a la parte débil de esa relación: al obrero. ¡Tomad nota, compañeros, y contad con nuestro apoyo!