La huelga, como tal, ha perdido su sentido. Hay muchos detractores de la misma, y no necesariamente entre la clase política (la de derechas, claro) o los empresarios (qué van a decir ellos), sino entre muchas personas del pueblo llano. La huelga ya no genera tanta expectación, no hay tanto idealismo. Este se pierde cuando no llegas para pagar las facturas.
Hay que cambiar muchísimas cosas en nuestro sistema, y el concepto y la práctica de la huelga no es la excepción. Vivimos unos tiempos muy diferentes a los ochenta, donde los trabajadores de Iberia, por nombrar un ejemplo, la liaban pasara lo que pasase. Eran gente comprometida, de ideologías fuertes y sólidas, que venía de una dictadura férrea, pero dispuesta a gestar la democracia que hoy tenemos.
La razones que tiene la huelga para haberse llevado a cabo son lo suficientemente importantes, incluso una sola de ellas, para que esta se realice. Pero no nos confundamos, al gobierno le da bastante igual que la hagamos o no. Si tiene que servir de indicativo la bajada del consumo eléctrico, no es difícil ver que no es significativa. Ni siquiera llega a un 20% menos. Eso es grave, porque quiere decir que proporcionalmente no se ha hecho la huelga en función de los parados, que forman un 25% en estos momentos.
Por eso digo, ¿es necesaria?¿Es justa? Por supuesto que sí, pero no vamos a ninguna parte con ella, porque los políticos han vendido ya hasta su propia conciencia, si es que alguna vez la tuvieron. Y los sindicatos, cada vez con menos poder de convocatoria, porque cada vez menos gente confía en ellos. Se han politizado, hasta tal punto que no podemos contar con ellos para arreglar grandes cosas. Eso sí, para las pequeñas gestiones aún nos sirven.
Eso me lleva a pensar que el sistema está tan desgastado, que hay que cambiar tantas cosas, que va a ser prácticamente imposible. Si desde la política no podemos hacer nada, y desde lo social y pacífico tampoco, algo tendrá que ocurrir. No nos basta con pequeños cambios que no arreglan apenas nada, a esto hay que darle una vuelta completa.
Nos fallan prácticamente todos los engranajes: constitución, política, sindicatos... Y encima nos falta energía para moverlo, porque las razones ideológicas que había tras la dictadura, aquello que nuestros padres tenían como propio, como lo único que no les podían quitar, es precisamente lo que nos falta a nosotros. Esa fuente de energía de la que carecemos. Queremos seguir haciendo las cosas de esa manera porque los que nos mueven siguen siendo los mismos, casi casi, que forjaron la transición, y su época ya ha pasado.
Los jóvenes, que son los que deberían mover este país en estos momentos, se van, y los pocos que participan no tienen la fuerza que movía a nuestros mayores, cuando ellos eran los jóvenes. Nos faltan pilas, y como no las recarguemos vamos apañados.