Por Ezequiel Tena
Tengo la impresión (liviana pero fuerte por lo leído y lo visto) de que la gente más gris y vacía es la escandinava y nórdica en general. Bajo la asepsia de la vida en esos lares hasta la digestión carece de naturalidad. Parece necesario solicitar permiso a una especie de secuestrador interno para tener una erección o apasionarse con cualquier cosa, que la alegría sea una pulsión negativa o que el ideal sea conducirse como robots. Desde el norte se infunde y difunde una pandemia anímica (de "ánima") que, como no, afecta gravemente a lo político.
Byung-Chul Han, filósofo alemán de origen coreano, es uno de los pensadores cuya preocupación es el problema de la identidad. O más bien la duda y el aniquilamiento de la identidad del sujeto. Hay mucho simplismo en la actitud de denostar esta preocupación y este pensar (pensarse) y descalificar a sus pensadores. En no pocos casos es la actitud propia del que mata al mensajero para silenciar lo que no quiere oir. La seguridad de Descartes (que inaugura la filosofía moderna) se ha hecho trizas, su pienso luego existo ha dado paso (en el Occidente no bañado por la luz del Mediterráneo) a la duda de lo que para Descartes -filósofo de la duda metódica- es lo único indubitable: la identidad del sujeto pensante. Posmodernismo. El que se tenía sin duda por pensante -el sujeto- descubre que la institución externa (el poder que legisla, ejecuta y acapara la violencia y el castigo) con la que tiene que medrar ha mutado. Como un virus nuclear, un todopoderoso dios terreno ha usurpado lo que se tenía por conciencia. Otro pensador más abstruso y confuso (Fernando Broncano, "Sujetos en la niebla") llama a esta instancia Agencia. La Agencia vendría a ser el soporte psicológico de la transferencia entre Institución (exterior) e Instancia (interior). En su principal derivada, la Agencia es la interfaz entre la violencia que viene de fuera (violencia de la negatividad) y la violencia ejercida desde la instancia interior (violencia de la positividad). El sujeto "quiere" estar a la altura de lo que de él "se espera": ¿quién espera? La sociedad, se dice. ¿Quién desespera? El individuo. El individuo "se supera", entonces el individuo se ve superado, rebasado por una autoridad que está en todas partes. Dentro de sí: la confusión de la uniformidad entre sujeto y mundo, la ruptura de la última frontera convierte la presión antes ejercida de fuera a adentro en depresión, presión de dentro a afuera. El individuo ejerce violencia contra sí mismo: gris, vacío, desnudo de emociones, sentimientos y razón, huérfano de espíritu.