Huesos en el jardín

Publicado el 14 octubre 2014 por Rubencastillo

Me ocurre con Henning Mankell (Estocolmo, 1948) un fenómeno peculiar: cada vez que me leo un libro suyo salgo encantado con la experiencia, me seduce con la sencillez elegante de su prosa y con sus discretos pero sólidos personajes... pero luego me demoro a la hora de volver a coger otra obra suya. ¿Explicación? No alcanzo a dármela. Es simplemente así.En esta ocasión me he acercado hasta el último volumen de la serie Wallander, que lleva por título Huesos en el jardín y que traduce Carmen Montes Cano para el sello Tusquets. Se nos cuenta en sus páginas cómo Kurt Wallander, el famoso policía que la protagoniza, anda buscando casa para su próxima jubilación. Sus recursos económicos no son muy elevados, pero tiene la suerte de que uno de sus compañeros de trabajo conoce una vivienda que le podría venir bien: situada a las afueras, amplia, tranquila... Wallander se ilusiona con las expectativas, pero la mala fortuna quiere que, mientras la visita para valorar su posible adquisición, descubra los restos de una mano que emergen del suelo en el jardín. Pronto, los especialistas desenterrarán un cadáver de ese macabro lugar (una mujer de unos 50 años, que parece ser que murió ahorcada). Y luego un segundo cuerpo (un varón de idéntica edad, con severas fracturas en el cráneo). Y el mecanismo de investigación se pone en marcha, aunque las pistas sean casi inexistentes.Se trata de una novela muy sobria, muy eficaz, en la que Henning Mankell cierra de un modo irreversible el ciclo Wallander. No jubila al personaje, ni lo hace morir, pero nos aclara en un magnífico epílogo (lleno de anécdotas interesantes sobre cómo concibió al personaje y cómo lo fue llenando de contenido a lo largo de los años) que no habrá más textos con él como protagonista. Que considera cerrada esta etapa de su vida como fabulador. Y que ni siquiera se ha planteado (aunque esa puerta sí que la deja entreabierta) la posibilidad de redactar algún caso policial más con Linda, la hija de Wallander, como eje.
Una novela que se lee con auténtico placer.