Edición: 1ª ed.
Publicación: Barcelona: Tusquets, 2013
Descripción física: 178 p., 23 cm.
ISBN: 978-84-8383-745-0
Serie: Colección Andanzas; 816
CDU: 821.113.6-31"19"
Signatura: N MAN hue
Precio: 7,95 euros en la Casa del Libro
VUELVE WALLANDER
Cuando hace unos cuantos años descubrí por casualidad a Henning Mankell y a su personaje más famoso, el comisario Wallander, me aficioné tanto a ellos que poco a poco me fui leyendo toda la serie protagonizada por este inspector de policía sueco. El día que me enteré de que Wallander se jubilaba, me quedé en cierto modo un poco huérfana y aunque su hija Linda había decidido seguir sus pasos e ingresar también en la policía, se me hacía raro pensar que no iba a poder volver a leer una historia protagonizada por él; pero un día, curioseando en una librería, descubrí esta novela. Y mi sorpresa fue mayúscula cuando vi que de nuevo Wallander iba a ser el protagonista, así que sin dudarlo ni un momento me hice con ella.
Argumento y personajes
La historia comienza en 2002, un domingo de esos en los que el comisario Kurt Wallander está prácticamente al límite de sus fuerzas después de una semana infernal a tope de trabajo en la comisaría de Ystad. Está empezando a plantearse en serio que quizá debería jubilarse y cumplir por fin su sueño de tener un perro y vivir en una casa en el campo, a las afueras de su ciudad; y ese mismo día recibe la llamada de Martinsson, uno de sus colegas de la comisaría al que ya conocimos en Asesinos sin rostro, cuando todavía era un policía novato y el más joven de todos los miembros del cuerpo de policía de Ystad.
Ya sabemos, por las novelas anteriores de la saga, que Wallander odia que lo despierten, y está a punto de mandar a Martinsson a la porra, pensando que lo llama por algún tema relacionado con el trabajo; pero nada más lejos. Martinsson sabe desde hace tiempo que el sueño de su jefe es comprarse una casita de campo, así que se pone en contacto con él para ofrecerle ir a visitar la casa que vende precisamente un familiar suyo. Wallander no está muy convencido porque piensa que al tratarse de un compañero de trabajo y no un desconocido, será complicado llegar a un acuerdo con el precio y las condiciones; pero su hija Linda, tan práctica como siempre, intentará animar a su padre para que se deje de complicaciones y cumpla su sueño, o por lo menos no se cierre en banda a ello. Finalmente, Wallander decide que no pierde nada por ir al menos a visitar la casa, así que le pide las llaves a Martinsson y se acerca hasta Löderup para verla y pensarse si quiere irse a vivir allí o no.
Con lo que nuestro comisario no cuenta es con que, mientras pasea por el jardín, va a tropezar con algo que resultan ser los huesos de una mano humana; y esa misma noche, cuando los forenses, entre ellos Nyberg, al que ya conocemos también de entregas anteriores, se ponen a excavar en el jardín, descubren un cuerpo, enterrado supuestamente hace cerca de cincuenta años. Wallander se pondrá a investigar el caso, con la ayuda tanto de Martinsson como de Stefan Lindmann, otro de los policías que ya conocemos, aunque en esta ocasión más fugazmente, por un caso anterior de otra novela; pero todos se enfrentarán a un problema bastante grande, y es que la policía de la región de Escania (a la que pertenece Ystad) está sufriendo una serie de recortes y, lógicamente, a ojos de las instancias superiores, hay cosas más importantes que resolver que el misterio de un crimen perpetrado hace medio siglo. Pero Wallander, con su cabezonería legendaria, no se dará por vencido aunque en cierto momento es cierto que está a punto de tirar la toalla; y cuando, en su desesperación, decida volver de nuevo a la que podría haber sido la casa de sus sueños, gracias a su gran perspicacia descubrirá algo que le hará ver una pequeña luz en la oscuridad que rodea a este crimen tan antiguo.
Mis impresiones
Como ya me ha pasado con otras novelas protagonizadas por el comisario Wallander, y más ahora que ya las he leído todas y conozco a sus protagonistas casi como si fueran de la familia, una de las cosas que más me ha gustado de esta novela es precisamente cómo están dibujados sus personajes. Por lo general me suele molestar bastante que, en el caso de los policías, los retraten como si fueran poco menos que superhombres que lo saben todo, lo resuelven todo y a veces incluso tienen de repente una especie de inspiración divina (por llamarlo de alguna manera) que hace que les vengan las ideas para resolver los casos como si fueran magos; en esta ocasión no es así en absoluto, y veremos que los policías son personas normales y corrientes con sus manías, sus problemas, sus rarezas... Y hasta sus momentos de desesperación cuando se ven en un callejón sin salida que no les permite seguir avanzando en las investigaciones. De hecho el propio Wallander es buen policía, en parte gracias a su dilatada experiencia, pero en otros aspectos, como en su vida personal, sigue siendo un desastre; su hija Linda no hace más que decirle que como siga siendo así de cascarrabias no va a volver a encontrar a una mujer que lo soporte.
Otra cosa que también me ha gustado mucho, aunque esto no me ha pillado de nuevas porque ya me llamó la atención en su día, cuando leí el resto de novelas protagonizadas por Wallander, ha sido la descripción del trabajo policial. El autor nos cuenta qué sistema de trabajo siguen, quién hace cada cosa y cómo se las reparten, y la forma que tienen de organizarse en la comisaría para ir resolviendo los casos. En esta novela quizá no es tan detallado como en el resto, porque os recuerdo que tiene menos de 200 páginas, pero sí he podido apreciar el mismo gusto por el detalle al que Henning Mankell ya nos tiene acostumbrados. Como siempre, los datos no aparecen porque sí, y con ellos tampoco lo hacen porque sí las soluciones a los casos, aunque a la mayoría de nosotros a veces nos parezcan poco menos que imposibles de resolver.
Hay algo que se cuenta muy de pasada pero también sirve en el desarrollo de la trama, y además es algo que yo desconocía; así que de paso que me he entretenido leyendo, he aprendido algo nuevo históricamente hablando. Y es que no tenía ni idea de que, durante la Segunda Guerra Mundial, hubo muchos estonios que emigraron, entre otros países nórdicos, a Suecia. Así que, como en otras ocasiones, Mankell a través de su comisario Wallander nos cuenta de nuevo hechos que sucedieron hace años con otros que se están desarrollando en el momento actual de la novela. Y, también como en otras ocasiones, todos los cabos quedarán atados y bien atados, sin nada que nos chirríe ni datos que no queden del todo claros porque aparezcan de la nada o no tengan ningún sentido; es decir, que el final queda resuelto de modo totalmente coherente.
Hay una nota del traductor que ya me llamó bastante la atención en su día, cuando leí la primera novela de Mankell, y que ahora ya veo como algo de lo más normal; se trata del hecho de que al parecer la costumbre mayoritaria en Suecia, al dirigirse a alguien, incluso personajes relevantes o gente mayor, es el tuteo. La primera vez que lo leí no me pareció que eso fuera lo suficientemente importante como para que el traductor lo mencionara, pero al ir avanzando tanto en las primeras lecturas como en esta, me di cuenta de que es algo que, si no me lo hubieran explicado, habría hecho que me sorprendiera al leer algunos de los diálogos de la novela.
A modo de aclaración, no sé si alguno estará pensando que cómo es posible que estemos ante un nuevo caso protagonizado por Wallander, si al principio he señalado que me puse muy triste cuando el comisario se jubiló. Pues bien, al final de la novela aparece lo que ellos llaman un "posfacio" (palabreja que odio casi tanto como "precuela") titulado Cómo empezó, cómo terminó y lo que sucedió entretanto; en él, Mankell nos explica cómo surgió el personaje del comisario Wallander, por qué le puso ese nombre y no otro, y algunos otros detalles curiosos sobre la personalidad de este personaje. Y entre otras cosas explica que en realidad esta novela, cronológicamente, se sitúa justo entre las historias que se nos contaron en Cortafuegos y El hombre inquieto.
Conclusión
La lectura de esta novela me ha resultado muy amena y, en comparación con el resto de la saga Wallander, muy rápida de leer porque como ya apuntaba más arriba, al ser más corta no hay tantos detalles ni se profundiza tanto como en las historias anteriores. Puede que a los admiradores de Mankell les dé un poco de rabia esto, acostumbrados como nos tenía a esos desarrollos no solo de las historias y los casos policiales, sino a los del mundo interior de sus protagonistas. Por eso decía al principio que tanto el comisario Wallander como el resto de pesronajes son ya casi como de la familia, porque a través de las novelas llegamos a conocerlos a todos muy bien. La verdad es que es cierto que eché un poco de menos esa profundidad en los detalles de las novelas anteriores, pero no por el hecho en sí sino porque preveía que la novela se me iba a hacer en esta ocasión demasiado corta, como así fue; pero en realidad no le tuve esto en cuenta a Mankell, porque una vez más me hizo disfrutar de lo lindo con una nueva entrega del comisario de Ystad. En esta ocasión, además, descubriremos cosas sobre Wallander que sospechábamos en cierto modo, pero que no sabíamos seguro, porque entre la novela anterior y la siguiente a Huesos en el jardín (hablo cronológicamente, como he explicado antes) han pasado alrededor de diez años y por lo tanto teníamos una especie de laguna que aquí quedará del todo resuelta.
Si todavía no conocéis al comisario Wallander y no os importa leer sus casos en desorden, quizá esta novela tan breve es la historia perfecta para empezar a seguir sus andanzas. Y si ya lo conocéis y no habéis leído aún Huesos en el jardín, seguro que os gustará tanto como las anteriores (aunque no sea tan detallada como estas) y además descubriréis cosas que todos desconocíamos sobre este personaje tan entrañable.