Humano, un producto de calidad garantizada.

Respetar las decisiones del Estado más que a quienes lo sostienen es una aberración consentida por los propios sometidos.  Los Estados se han convertido hoy en parapetos del capital, como prevención contra las ciudadanías del mundo, como dique de contención contra posibles acometidas de venganza contra ellos, asesinos sin escrúpulos compradores de voluntades de esquizofrénicos necesitados que se prestan a ello. Paradójicamente, son los sometidos quienes corren con los gastos, ¡ faltaría más!.
Mientras no se acabe de entender el papel que hoy juegan los estados y no se entienda que se encuentran bajo el control de comisionistas ladrones usurpadores al servicio del trust internacional financiero, la población de pollos votantes no dejará de ver la escabechina como algo natural.  El Estado pues, es la sede natural de intermediarios que “pillan” de ambos lados, llámese rey,  llámense políticos, llámense sindicalistas, llámese ejercito, llámese iglesia católica oficial, llámese como se desee.
La incultura tiene como aliado al miedo y el miedo y la inseguridad, creados artificialmente por los anteriores a lo largo de los siglos, es ya casi genético,  paralizan toda reacción frente al enemigo, frente el Estado, frente al sometimiento.¿ Que les ha dado legitimidad a rey, políticos, ejércitos, Iglesia, etc., para ser ellos y no otros los elegidos como comisionistas por quienes compran sus  almas a bajo coste?. 
Pues su ensañamiento a lo largo de la historia con las poblaciones( y que están todavía ahí), el haber conseguido “un producto” ideal para lo pretendido finalmente, el control, utilización y si cabe, destrucción de millones de seres humanos indefensos. Nada más que eso. Producto que venderían no solo al capital financiero terrestre.