La humildad… ¿es una virtud necesaria en el liderazgo? otros se preguntarán: ¿es compatible con el ser líder?
Claramente, si se es (o se cree) superior, no se puede ser humilde. Estar “arriba” en jerarquía o en un cargo, no nos hace superiores. Partiendo de la base de que somos personas, como tales, ninguna persona es superior a otra. El líder no es superior a sus subordinados… esta aclaración es básica para que podamos reflexionar entonces respecto a la humildad en el líder.
Este post tiene inspiración en el libro “Humildad y Liderazgo, ¿necesita el empresario ser humilde?” de Carlos Llano Cifuentes. Acabo de empezar a leerlo, pero ya siento que es una gran fuente de inspiración.
El autor, citando a José Ortega y Gasset, nos comparte que “para dirigir a los demás es requisito indispensable imperar sobre usted mismo”. El autodominio. La humildad en el liderazgo debe ir acompañada de firmeza. No para con los demás, sino, firmeza para con uno mismo. Ser dueños de nosotros mismos es el primer paso para ser líder.
¿Qué es la humildad?
El filósofo catalán Jaime Balmes Urpía la define de la siguiente manera: ”La humildad es la verdad pero aplicada al conocimiento de lo que somos, no nos deja creer jamás que hemos llegado a la cumbre en ningún sentido”.
Solemos decir que la humildad es la virtud que consiste en conocer las propias limitaciones y debilidades y actuar de acuerdo a tal conocimiento. Pero no se trata sólo del reconocimiento de nuestras debilidades. La humildad nos lleva también a ser conscientes de nuestras fortalezas y dones… para ponerlos al servicio de los demás.
Pero ¿qué implicancias trae el ser humildes?- Reconocer que siempre puede haber otro que sea capaz de hacerlo mejor. Y es muy probable que así sea. El líder no es el más dotado en todos los aspectos, sino que su principal habilidad es ver y reconocer lo que otros hacen y orientar esas acciones.
- Reconocer en nosotros mismos los obstáculos o defectos que nos impiden ser mejores. Al hacernos conscientes de esos obstáculos podremos trabajar sobre ellos. “Por la humildad conocemos el límite de nuestras fuerzas” (Jaime Balmes Urpía).
- No sólo se reconocen los obstáculos, sino también las fortalezas (pero CUIDADO! nunca en una actitud soberbia, sino simplemente, siendo conscientes de cuáles son nuestros mejores dones). Esto da seguridad y permite dirigir las fortalezas a fin de trabajar sobre la mejora de nuestras debilidades.
- Siguiendo a Balmes, “no nos deja creer jamás que hemos llegado a la cumbre en ningún sentido”. La humildad me lleva a un aprendizaje constante. No me deja “quedarme”, estancarme.
- Que otros (aún – y sobretodo – nuestros subordinados) nos puedan decir nuestras faltas sin que nos enfademos ni nos defendamos, sin que tratemos de justificarnos. Agradeciendo la corrección como una colaboración que nos prestan para mejorarnos.
- Aprender de los demás. Aprender de todos y manifestar que estamos aprendiendo. La humildad nos ayuda también a reconocer las virtudes de los demás.
En sus primeras páginas, Carlos Llano concluye que “la humildad es una virtud tan básica que sin ella no podemos adquirir ninguna otra”. En definitiva, es la base para construir nuestro liderazgo.